Carlo Frabetti
Lamento que murieran miles de personas en el ataque del 11-S a las Torres Gemelas de Nueva York, pero no guardé los tres minutos de silencio que nos pedían los fariseos, porque, de haberlo hecho, no habría podido volver a hablar en mucho tiempo.
¿Por qué? Por una sencilla regla de tres: si las seis mil víctimas de las Torres Gemelas merecen tres minutos de silencio, el medio millón de niños iraquíes muertos como consecuencia del embargo estadounidense merecerían más de cuatro horas. Y a los trescientos mil muertos de Hiroshima y Nagasaki, víctimas del primer atentado terrorista nuclear, les corresponderían dos horas y media (que se convertirían en cinco o seis al tener en cuenta las secuelas radiactivas). Y las víctimas del bombardeo de Clinton que destruyó los recursos farmacéuticos de Sudán, merecerían al menos media hora. Por no hablar de los palestinos, los libaneses, los chilenos, los nicaragüenses, los guatemaltecos, los colombianos, los cubanos, los vietnamitas...
Si guardáramos silencio por todas las víctimas del terrorismo imperial, tendríamos que callar todo el día. Y no es momento de callarse.
¿Por qué? Por una sencilla regla de tres: si las seis mil víctimas de las Torres Gemelas merecen tres minutos de silencio, el medio millón de niños iraquíes muertos como consecuencia del embargo estadounidense merecerían más de cuatro horas. Y a los trescientos mil muertos de Hiroshima y Nagasaki, víctimas del primer atentado terrorista nuclear, les corresponderían dos horas y media (que se convertirían en cinco o seis al tener en cuenta las secuelas radiactivas). Y las víctimas del bombardeo de Clinton que destruyó los recursos farmacéuticos de Sudán, merecerían al menos media hora. Por no hablar de los palestinos, los libaneses, los chilenos, los nicaragüenses, los guatemaltecos, los colombianos, los cubanos, los vietnamitas...
Si guardáramos silencio por todas las víctimas del terrorismo imperial, tendríamos que callar todo el día. Y no es momento de callarse.
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