"Karl Marx: "Al capital le horroriza la ausencia de beneficio. Cuando siente un beneficio razonable, se enorgullece. Al 20%, se entusiasma. Al 50% es temerario. Al 100% arrasa todas las leyes humanas y al 300%, no se detiene ante ningún crimen." .

lunes, 19 de mayo de 2008

Dos lobos hambrientos y una caperucita roja




Una idea básica ocupaba mi mente desde mis viejos tiempos de socialista utópico. Partía de la nada con las simples nociones del bien y el mal que a cada cual le inculca la sociedad en que nace, lleno de instintos y carente de valores que los padres, en especial las madres, comienzan a sembrar en cualquier sociedad y época.
Como no tuve preceptor político, el azar y la casualidad fueron componentes inseparables de mi vida. Adquirí una ideología por mi propia cuenta desde el instante en que tuve una posibilidad real de observar y meditar los años que viví como niño, adolescente y joven estudiante. La educación se convirtió para mí en el instrumento por excelencia de un cambio en la época que me tocó vivir, de la cual dependería la propia supervivencia de nuestra frágil especie.
Después de una larga experiencia, lo que pienso hoy sobre el delicado tema es absolutamente coherente con esta idea. No necesito pedir excusas, como prefieren algunos, por decir la verdad aunque sea dura.
Hace más de dos mil años, Demóstenes, orador griego famoso, defendió con ardor en las plazas públicas una sociedad en la que el 85 por ciento de las personas eran esclavas o ciudadanos que carecían de igualdad y derechos como algo natural. Los filósofos compartían ese punto de vista. De allí surgió la palabra democracia. No se les podía exigir más en su tiempo. Hoy, que se dispone de un enorme caudal de conocimientos, las fuerzas productivas se han multiplicado incontables veces y los mensajes a través de los medios masivos se elaboran para millones de personas; la inmensa mayoría, cansada de la política tradicional, no quiere oír hablar de ella. Los hombres públicos carecen de confianza cuando más la necesitan los pueblos ante los riesgos que los amenazan.
Al derrumbarse la URSS, Francis Fukuyama, ciudadano norteamericano de origen japonés, nacido y educado en Estados Unidos y titulado en una universidad en ese mismo país, escribe su libro El fin de la historia y el último hombre, lo que muchos seguramente conocen, pues fue muy promovido por los dirigentes del imperio. Se había convertido en un halcón del neoconservadurismo y promotor del pensamiento único.
Quedaría, según él, una sola clase, la clase media norteamericana; los demás, pienso yo, estaríamos condenados a ser mendigos. Fukuyama fue partidario decidido de la guerra contra Iraq, como el vicepresidente Cheney y su selecto grupo. Para él la historia finaliza en lo que Marx veía como "el fin de la prehistoria".
En la ceremonia inaugural de la cumbre América Latina y Caribe-Unión Europea celebrada en Perú el pasado 15 de mayo, se habló en inglés, alemán y otros idiomas europeos sin que partes esenciales de los discursos se tradujeran por las televisoras al español o al portugués, como si en México, Brasil, Perú, Ecuador y otros, los indios, negros, mestizos y blancos —más de 550 millones de personas, en su inmensa mayoría pobres— hablasen inglés, alemán u otro idioma foráneo.
Sin embargo, se menciona ahora elogiosamente la gran reunión de Lima y su declaración final. Allí, entre otras cosas, se dio a entender que las armas que adquiere un país amenazado de genocidio por el imperio, como lo ha sido Cuba desde hace muchos años y lo es hoy Venezuela, no se diferencian éticamente de las que emplean las fuerzas represivas para reprimir al pueblo y defender los intereses de la oligarquía, aliada a ese mismo imperio. No se puede convertir la nación en una mercancía más ni comprometer el presente y el futuro de las nuevas generaciones.
La IV Flota no se menciona, por supuesto, en los discursos que se televisaron de aquella reunión, como fuerza intervencionista y amenazante. Uno de los países latinoamericanos allí representados acaba de realizar maniobras combinadas con un portaviones de Estados Unidos del tipo Nimitz, dotado con todo tipo de armas de exterminio en masa.
En ese país hace unos pocos años las fuerzas represivas desaparecieron, torturaron y asesinaron a decenas de miles de personas. Los hijos de las víctimas fueron expropiados por los defensores de las propiedades de los grandes ricos. Sus principales líderes militares cooperaron con el imperio en sus guerras sucias. Confiaban en esa alianza. ¿Por qué caer de nuevo en la misma trampa? Aunque es fácil de inferir el país aludido, no deseo mencionarlo por no herir a una nación hermana.
La Europa que en esa reunión llevó la voz cantante, es la misma que apoyó la guerra contra Serbia, la conquista por Estados Unidos del petróleo de Iraq, los conflictos religiosos en el Cercano y Medio Oriente, las cárceles y aterrizajes secretos, y los planes de torturas horrendas y asesinatos fraguados por Bush.
Esa Europa comparte con Estados Unidos las leyes extraterritoriales que, violando la soberanía de sus propios territorios, incrementan el bloqueo contra Cuba obstaculizando el suministro de tecnologías, componentes e incluso medicamentos a nuestro país. Sus medios publicitarios se asocian al poder mediático del imperio.
Lo que dije en la primera reunión de América Latina con Europa, celebrada hace nueve años en Río de Janeiro, mantiene toda su vigencia. Nada ha cambiado desde entonces excepto las condiciones objetivas, que hacen más insostenible la atroz explotación capitalista.
El anfitrión de la reunión estuvo a punto de sacar de sus casillas a los europeos, cuando en la clausura mencionó algunos puntos planteados por Cuba:
1.Condonar la deuda de América Latina y el Caribe.
2.Invertir cada año en los países del Tercer Mundo el 10 por ciento de lo que gastan en las actividades militares.
3.Cesar los enormes subsidios a la agricultura, que compiten con la producción agrícola de nuestros países.
4.Asignar a Latinoamérica y el Caribe la parte que les corresponde del compromiso del 0,7% del PIB.
Por las caras y las miradas, observé que los líderes europeos tragaron en seco durante unos segundos. Pero, ¿por qué amargarse? En España sería todavía más fácil pronunciar discursos vibrantes y maravillosas declaraciones finales. Se había trabajado mucho. Venía el banquete. No habría en la mesa crisis alimentaria. Abundarían las proteínas y los licores. Faltaba sólo Bush, que trabajaba, incansable, por la paz en el Medio Oriente, como es habitual en él. Estaba excusado. ¡Viva el mercado!
El espíritu dominante en los ricos representantes de Europa era la superioridad étnica y política. Todos eran portadores del pensamiento capitalista y consumista burgués, y hablaron o aplaudieron en nombre de este. Muchos llevaron consigo a los empresarios que son el pilar y sostén de "sus sistemas democráticos, garantes de la libertad y los derechos humanos". Hay que ser expertos en la física de las nubes para comprenderlos.
En la actualidad, Estados Unidos y Europa compiten entre sí y contra sí por el petróleo, las materias primas esenciales y los mercados, a lo que se suma ahora el pretexto de la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado que ellos mismos han creado con las voraces e insaciables sociedades de consumo. Dos lobos hambrientos disfrazados de abuelitas buenas, y una Caperucita Roja.
Fidel Castro RuzMayo 18 de 200810 y 32 p.m.

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Natalicio de Ho Chi Minh



Nació en Annam el 19 de mayo de 1890. Su verdadero nombre era Nguyen Tat Than, pero la clandestinidad en que vivió siempre, le obligó utilizar más de cien apodos diferentes para escapar de la persecución policial. El nombre de Ho Chi Minh significaba El que ilumina; otras veces se hizo llamar Nguyen Ai Quoc, El patriota.
Era hijo de un médico herborista de Nghe An que ya luchaba contra el colonialismo francés, que había invadido Vietnam en 1860. Estudió en Hué y Saigón, hasta que en 1912 emigró como mozo en un paquebote francés. Fue un largo viaje de dos años de puerto en puerto hasta que arribó a Londres, donde trabajó en el hotel Carlton durante tres años.


De allí fue a París, donde trabajó como retocador de fotografías. Conoció a Chu En Lai, León Blum, Marcel Cachin y Longuet (sobrino de Carlos Marx), entre otros destacados dirigentes del movimiento obrero internacional. Se afilió al Partido Socialista Francés, en cuyo congreso de Tours votó con la mayoría internacionalista que decidió la adhesión del Partido a la Internacional Comunista. Comenzó a escribir en L'Humanité, y luego fundó el periódico El Paria, donde escribirían los dirigentes revolucionarios de los países coloniales.

De París se trasladó a Moscú, donde participó en varios Congresos de la Internacional Comunista. Más tarde se trasladó a China como traductor y ayudante de Borodin, consejero del Guomindang en sus relaciones con el Partido Comunista de China.

Por encargo de la Internacional se integró en la escuela militar de Huangpu, cerca de Guangzhou, para enseñar a las organizaciones comunistas asiáticas el arte de la guerra revolucionaria. El director era el coronel Chiang Kaishek y el jefe del departamento político era Zhou Enlai. En la noche del 3 de abril de 1927, cuando Chaing Kaishek traicionó a los comunistas con una enorme matanza, Ho Chi Minh consiguió huir y siguió en la clandestinidad organizando la revolución en Birmania, en China, en Siam, pasando de cárcel en cárcel, de tortura en tortura, impulsando huelgas, motines y levantamientos armados. En 1930 se produjo el levantamiento de Yen Bai, poniendo de manifiesto la necesidad de un destacamento revolucionario capaz de dirigir la lucha popular hasta la victoria.

Por eso, aquel mismo año Ho Chi Minh fundó en Hong Kong el Tanh Nien o Partido Comunista de Vietnam, pero fue detenido una vez más.

A finales de la década de los treinta, Vietnam padece un giro importante en su situación, con la sustitución del dominio de los imperialistas franceses por los japoneses, que ocupan el país con 50.000 mercenarios.

Liberado de la cárcel por los aliados en 1940, regresó a su país 28 años después de haber salido de él. Luchó en la guerrilla durante los cinco años de la ocupación japonesa.

Para liberar al país de la nueva invasión, funda el Vietnam Doc Lap Dong Minh Hoi, más conocido por Vietminh, o Frente para la Liberación de Vietnam. También crea un ejército guerrillero dirigido por Vo Nguyen Giap, uno de los generales revolucionarios más prestigiosos del mundo.

Concluida la guerra y derrotados los japoneses, los planes imperialistas para la región no contemplaban la independencia sino un nuevo reparto del mundo, que en el caso de Vietnam suponía que los nacionalistas chinos del Kuomintang ocuparan el norte del país, mientras los ingleses harían lo propio con el sur.

Pero los franceses querían recuperar sus dominios coloniales y volvieron a ocupar el país, mientras los guerrilleros vietnamitas rechazaban a los chinos en el norte y liberaban aquella zona.

El 2 de setiembre de 1945 Ho Chi Minh lanzó su llamamiento:

Desde hace más de ochenta años la banda de colonialistas franceses, bajo los tres colores que simbolizan la libertad, la igualdad y la fraternidad, ha ocupado nuestro territorio y oprimido nuestro pueblo [...] Los franceses no nos han dado ninguna libertad política, han instituido una legislación bárbara, han creado más prisiones que escuelas, han ahogado en sangre todas nuestras revueltas, han pisoteado la opinión y utilizado la sangre y el alchohol para embrutecer a nuestro pueblo.
El Vietminh organizó la insurrección general, logró la independencia nacional y fundó la República Democrática de Vietnam, un Estado obrero y campesino que trataba de construir el socialismo.
Pero al retornar los colonialistas franceses se desató una nueva y cruenta lucha del pueblo vietnamita que se prolongó nueve años. El 24 de noviembre de 1946 los franceses bombardearon Haiphng asesinando a más de 6.000 personas y el pueblo reaccionó el 19 de diciembre con una insurrección en Hanoi.

Los imperialistas comenzaron a retroceder: cae Dong Khi, evacúan Cao Bang, luego Lao Kay, y posteriormente Dinh Lap. Francia claudicó y tuvo que pedir el apoyo de los Estados Unidos. El presidente Eisenhower dijo en 1953: Admitamos ahora que perdemos Indochina. Sucederían varias cosas. La península sería difícilmente defendible. El estaño y el tungsteno de esta región, a los que concedemos tanta importancia, dejarían de llegarnos.

El apoyo norteamericano no sirvió de nada. En 1954 los franceses son derrotados en la batalla de Dien Bien Fu y, aunque en los acuerdos de Ginebra dividieron el país en dos, Ho Chi Minh se convirtió en jefe del nuevo Estado vietnamita del norte. Dieciocho millones de conciudadanos saludaron a quien había abierto la brecha de la liberación social y nacional. Era el tío Ho.

A la guerra contra Francia sucedió la guerra contra Estados Unidos, por lo que los vietnamitas derrotaron sucesivamente a tres de las potencias imperialistas más poderosas: Francia, Japón y Estados Unidos. Estos no escatimaron medios de destrucción masiva y bombardearon cruelmente Vietnam del Norte: Derrotados los yanquis -diría Ho- construiremos una patria diez veces más hermosa. Nuestro país tendrá el señalado honor de ser una pequeña nación que, a través de una lucha heroica, ha derrotado a dos grandes imperialismos- el francés y el norteamericano- e hizo una digna contribución al movimiento de liberación nacional. Nunca tuvo un momento de inquietud por la desproporción de fuerzas. Como buen comunista sabía que un ejército popular es superior al mejor ejército moderno. Desde el principio de la intervención americana declaró que los Estados Unidos no serían capaces de soportar una guerra popular prolongada: En la lucha patriótica contra la agresión norteamericana, en realidad tendremos que soportar más dificultades y sacrificios, pero estamos seguros de que obtendremos la victoria total. Esta es una certeza absoluta. Sus predicciones se cumplieron, aunque Vietnam tuvo que soportar años de atrocidades contra su población. El territorio fue convertido en campo de experimentación de armas sofisticadas y de criminales bombardeos contra la población indefensa. Tres décadas después de la humillante retirada de Estados Unidos de Vietnam el 30 de abril de 1975, el país aún sufre las secuelas de la agresión. Desde 1961 hasta 1973, el Pentágono arrojó sobre Vietnam y el vecino Laos más de siete millones de toneladas de bombas y 100.000 toneladas de sustancias químicas tóxicas. Sobre Vietnam descargaron más bombas que las arrojadas durante la II Guerra Mundial. En la guerra murieron cinco millones de vietnamitas y 58.000 mercenarios estadounidenses. Tres millones de personas padecen los efectos del agente naranja, un potente defoliante que tenía como objetivo arrasar por completo la jungla del país para aislar a los guerrilleros vietnamitas. Washington lanzó sobre un cuarto del territorio del país unos 80 millones de litros de defoliante y napalm.

Murió en Hanoi el 3 de setiembre de 1969 sin poder ver culminada la obra de toda una vida dedicada a la revolución. En su testamento dejó escrito: Durante toda mi vida, he servido con todas mis fuerzas y con todo mi corazón a la Patria, a la Revolución y al Pueblo. Ahora, si debo partir de este mundo, no hay nada que sienta más que no poder servirlos más tiempo. El proceso liberador, que concretaría sus esperanzas de siempre, continuó. Cuando seis años después de su muerte, los comunistas derrotaban a los invasores norteamericanos, los tanques llevaban una pancarta: Tú siempre marchas con nosotros, Tío Ho.

Ho Chi Minh y el pueblo vietnamita se convertieron en símbolos de las luchas del Tercer Mundo contra el imperialismo, el colonialismo y la explotación. Su nombre destaca entre los grandes referentes mundiales del proletariado, mucho más allá de los límites de su país. El triunfo vietnamita contra Estados Unidos demostró que era posible derrotar al imperialismo pese a la enorme disparidad de recursos. En el mundo entero grandes contingentes populares se movilizaron en solidaridad con la revolución vietnamita y la figura de Ho Chi Minh alcanzó un merecido prestigio mundial. Fue un gran dirigente de su partido y del proletariadio internacional. Ho Chi Minh y los comunistas trazaron el camino; los obreros y campesinos vietnamitas lo recorrieron hasta el final.

Al final del largo viaje
Ho Chi Minh suave y despierto
sobre el albura del traje
le arde el corazón abierto.
No trae escolta, ni paje
pasó montaña y desierto
en la blancura del traje
sólo el corazón abierto
no quiso más para el viaje.

(Pablo Milanés: Ho Chi Minh)

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La vigencia sangrienta del himno norteamericano


Jimi Hendrix The Star Spangled Banner Woodstock... por vb24> En woodstock 1969,Jimi Hendrix interpretó el himno estadounidense mezclándolo con simulaciones sonoras de bombardeos y ametrallamientos sobre los barrios de Vietnam, sirenas anti-aéreas y otros ruidos de batalla, solo utilizando su guitarra.
¡¡¡Aun su terrorifico sonido espanta al mundo!!!

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