"Karl Marx: "Al capital le horroriza la ausencia de beneficio. Cuando siente un beneficio razonable, se enorgullece. Al 20%, se entusiasma. Al 50% es temerario. Al 100% arrasa todas las leyes humanas y al 300%, no se detiene ante ningún crimen." .

domingo, 30 de septiembre de 2012

NUESTRA IZQUIERDA EN LA HORA DE NUESTRA AMÉRICA

  


La hora de Nuestra América es también la de nuestra izquierda. En la región y el mundo se desmoronan las Babeles de la derecha. Marx predijo que crisis sucesivas y progresivamente graves aniquilarían al capitalismo. La izquierda debe comprender la magnitud de la presente y convertirla en final. Se acabaron el repliegue y la defensiva. Hay que segar las cabezas de la hidra del Imperio antes de que retoñen. La hora de nuestra izquierda es la de la ofensiva.

LA HORA DE LA ECOLOGÍA

La hora de Nuestra América es la de la defensa de sus recursos naturales: las más importantes reservas planetarias de agua dulce, biodiversidad, minerales estratégicos y energía. La izquierda debe encabezar las luchas dirigidas a su inventario, recuperación y preservación para el uso social y racional, impedir su consumo predatorio y su entrega a las transnacionales o a minorías locales cómplices, controlar o vetar la producción de transgénicos y biocombustibles y la patente sobre seres vivientes, evitar que el Capitalismo Verde nos prohíba todo desarrollo en aras de su derecho de seguir destruyendo el planeta.

LA HORA DEL TRABAJADOR

La Historia de Nuestra América es la de la lucha por la tierra. La izquierda debe culminarla con reformas agrarias integrales. Maquilas y legislaciones neoliberales deprimen la condición de las masas laborales. Con mil subterfugios el capital disimula o niega la relación de trabajo y multiplica la economía informal. Un sistema sin capacidad de integración genera mayorías de marginales. América Latina es la región con mayor desigualdad del mundo. La izquierda debe cegar esta brecha y colocarse en la vanguardia de centenares de millones de trabajadores y de excluidos en la lucha por sus derechos y por una vida plena y productiva.

LA HORA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

La hora de Nuestra América es la de la integración de la izquierda con los movimientos sociales. Un movimiento social es la expresión de un conjunto de luchas reivindicativas que ni partidos convencionales ni Estados lograron hacer suyas. Por ello perdieron vigencia Estados y partidos, y debieron admitir nuevas orientaciones y dirigencias. Nuestra izquierda debe también asimilarse con los movimientos sociales para impedir que algunos sean financiados, infiltrados y en última instancia dirigidos por organizaciones no gubernamentales a su vez patrocinadas por las potencias hegemónicas.

LA HORA DE LAS ECONOMÍAS INTEGRADAS

Nuestra izquierda debe convertir en propiedad social los principales medios de producción y desarrollar un nuevo modelo económico distante del extractivismo, de la mera sustitución de importaciones y del desarrollismo. Debe reivindicar los derechos de naciones y Estados a proteger sus economías, a desarrollar poderosos sectores públicos o sociales que administren las principales actividades productivas, a priorizar la creación de bienes básicos para el consumo de las mayorías, a incorporar mayor valor agregado a las exportaciones, a promover acuerdos que defiendan el justo precio de éstas en los mercados internacionales y privilegien el intercambio y la cooperación regional, a proseguir la política de intercambio multipolar que ha librado a Nuestra América de lo peor de la crisis, y a librarse de la esclavitud financiera de Deudas externas ilegalmente contraídas y especulativamente infladas.

. LA HORA DE LA POLÍTICA

Nuestra izquierda debe aprender, no sólo a conquistar el poder, sino a defenderlo contra la violencia de oligarquías e imperios que han frustrado tantas experiencias democráticas. Debe cursar siempre que pueda la vía pacífica, pero responder a la violencia reaccionaria con violencia popular. Debe desechar la tentación de la antipolítica, y comprender que Partido y Estado son herramientas decisivas para abrir la ruta hacia el Socialismo. Debe combatir el burocratismo y la proliferación de trámites innecesarios y de entes parasitarios que distancian al poder de los gobernados. Debe librar al Estado de la maraña de pactos y compromisos que someten su soberanía a cortes, juntas arbitrales u organismos foráneos. La única esperanza del Imperio en América Latina consiste en fracturar todavía más sus numerosos Estados naciones fomentando o inventando diferencias internas, regionales, étnicas o parroquiales, como ocurrió con la fallida secesión de la Media Luna en Bolivia. Derrotar la secesión y disociación interna en nuestros Estados Nación es luchar por la integración de Nuestra América.

LA HORA DE LA ESTRATEGIA CONTINENTAL

Nuestra izquierda debe revisar el prejuicio que en algunos países la opone a todo lo militar. El ejército es el arma de la clase dominante pero si los dominados quieren superar su condición de tales deben disponer de ejércitos. La izquierda ha creado ejércitos, como lo hicieron Fidel Castro en Cuba, las FARC y el ELN en Colombia, las FALN en Venezuela, Sendero Luminoso en Perú, los sandinistas en Nicaragua y el Farabundo Martí en El Salvador, entre otros. Pero en los ejércitos tradicionales pueden ingresar oficiales que dirijan movimientos progresistas, como Juan Domingo Perón en Argentina, Velasco Alvarado en Perú, Torrijos en Panamá, Hugo Chávez Frías en Venezuela. Reto de toda izquierda triunfante es crear un nuevo ejército con milicias populares de apoyo, abierto a todos los sectores y consagrado a la defensa de la soberanía y a la ayuda en tareas sociales. La América Latina progresista debe concertar sus propias alianzas estratégicas para oponerlas a pactos de servidumbre como el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca. Tales políticas son de urgencia ante la ofensiva militarista de Estados Unidos, que aumentó abruptamente a 47 el número de sus bases en la región. Nuestra izquierda debe resistir esta agresión con una contraofensiva de presiones sociales, culturales, diplomáticas y estratégicas para desalojar esas fuerzas de ocupación.

LA HORA DE LA INTEGRACIÓN

Nuestra izquierda y nuestros gobiernos crearon en la última década organismos de integración latinoamericana cada vez más independientes de la tutela de Estados Unidos y más abiertos hacia la multilateralidad y el Tercer Mundo. Reto de nuestra izquierda es lograr que esta integración funcione, no sólo en lo político y económico, sino también en lo social, lo estratégico, lo cultural. Paralelamente, debe desmantelar y denunciar la maraña de tratados bilaterales que limitan nuestras soberanías integrándonos al libre comercio con las potencias hegemónicas y exoneran a éstas del pago de impuesto en nuestros países. Todavía más importante, esa izquierda nuestra que lucha por la integración y la unidad de Nuestra América debe comprender la necesidad de integrarse y unirse ella misma a nivel nacional, continental y mundial. La multiplicidad de puntos de vista enriquece el debate, pero no debe clausurarlo. Nuestra hora no es la de la disensión sino la de la coincidencias.

LA HORA DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL

La izquierda que predica la revolución cultural debe revolucionar su propia cultura. Ha de considerar que los medios de producción son ecológicamente limitados, lo que imposibilita la copia de la sociedad de consumo para todo el planeta. Ha de tomar en cuenta que la informática plantea a la vez la automatización de todo trabajo no creativo y la infinita y gratuita multiplicación del bien más valioso del mundo, el conocimiento, a la vez que posibilita la desconcentración de las ciudades y una participación democrática jamás antes vislumbrada. Una izquierda nueva debe comprender estas vías del nuevo milenio y explorar a fondo sus consecuencias.

Nuestra izquierda debe aprender a manejar esa suerte de sistema nervioso de la sociedad que son los medios de comunicación. Debe sobrepasar la crítica de los medios del gran capital para pasar a la penetración en los medios convencionales, a la creación de medios alternativos y a la constitución desde el poder de sistemas de comunicación novedosa, con agencias y agendas informativas propias. Debe, además, resistir la fácil tentación de remedar la falta de imaginación, la saturación machacona de consignas y la agresión a la audiencia de los medios alienados.

Nuestra izquierda debe no sólo enfrentar los retos de la información, sino además los del entretenimiento y la educación, aplicando a ellos las más innovadoras tecnologías informáticas libres.

Nuestra izquierda debe demoler edificios ideológicos que llevan siglos y a veces milenios construyéndose. Para ello ha de propiciar un inaudito surgimiento de vanguardias y de propuestas creativas, una novedosa floración contracultural, una nueva cultura que revalorice, compendie y potencie en forma inédita las herencias de Nuestra América, que con su prodigiosa fuerza de integración y mestizaje resume las del mundo.


http://www.facebook.com/Luis.Britto.Garcia .

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martes, 18 de septiembre de 2012

El 82% de la riqueza mundial está en manos de un 20% de la población

FREI BETTO| Según Naciones Unidas, un 20 por ciento de la población mundial, el equivalente a 1.320 millones de personas, concentra en sus manos el 82 por ciento de la riqueza en el mundo. Mientras, los más pobres, unos mil millones de personas, sobreviven con apenas el 1,4 por ciento de la riqueza mundial.Los economistas neoliberales toman el PIB (Producto Interior Bruto) como indicador de la riqueza de una economía. Bajo su lógica, cuanto mayor sea el PIB, mayor es el crecimiento de un país.
Pero un país crece cuando su economía total se engrosa con más cifras. Lo que no significa que cumplió su cometido, o sea que imprimió más calidad de vida y de felicidad a su población. El crecimiento tiene que ver con la producción agropecuaria, industrial y la expansión de la red de servicios. Desarrollo implica escolaridad, salud, saneamiento, vivienda, cultura y preservación del medio ambiente.
Alegrarnos por el crecimiento del PIB no significa que el país vaya en la dirección correcta. Vea por ejemplo la China, cuyo PIB es el que más crece en el mundo. Ni por eso nos causa envidia la calidad de vida de su población. Si el despalamiento de la Amazonía —pelada ahora en un 17 por ciento de su área total— aumenta, más se introducirán allí el agronegocio y rebaños inmensos, lo que haría crecer el PIB, así como reducir el equilibrio ambiental y nuestra calidad de vida.
El problema número uno del mundo no es económico, es ético. Perdimos la visión del bien común, de pueblo, de nación, de civilización. El capitalismo nos ha infundido la noción perversa de que la acumulación de riqueza es un derecho y que el consumo de lo superfluo es una necesidad.
Compare estos datos: según la ONU, para facilitar la educación básica a todos los niños del mundo sería preciso invertir, hoy, 6.000 millones de dólares. Y solo en los EEUU gastan cada año en cosméticos 8.000 millones.
El agua y el alcantarillado básico de toda la población mundial quedarían garantizados con una inversión de 9.000 millones de dólares. El consumo de helados por año en Europa representa el desembolso de 11.000 millones de dólares.
Habría salud elemental y buena nutrición de los niños de los países en desarrollo si se invirtieran 13.000 millones de dólares. Pero en EEUU y Europa se gastan cada año en alimentos para perros y gatos 17.000 millones; 50.000 millones en tabaco en Europa; 105.000 millones en bebidas alcohólicas en Europa; 400.000 millones en estupefacientes en todo el mundo; y más de un millón de millones en armas y equipamientos bélicos en el mundo.
El mundo y la crisis que le afecta sí tienen solución. Siempre que los países fueran gobernados por políticos centrados en otros paradigmas que huyan del casino global de la acumulación privada y de la incontenible espiral del lucro. Paradigmas altruistas, centrados en la distribución de la riqueza, en la preservación ambiental y en el compartimiento de los bienes de la Tierra y de los frutos del trabajo humano.
Ponga mucha atención a los candidatos que este año merecerán su voto para alcaldes y concejales. Investigue su pasado para saber con quién se va a comprometer de hecho.
Ah, ¿que a usted no le gusta la política? No sea ingenuo: quien se aparta de la política será gobernado por aquellos a quienes sí les gusta. Precisamente lo que los políticos corruptos desean es que la omisión de usted asegure la perpetuación de ellos en el poder.

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viernes, 14 de septiembre de 2012

Frei Betto: Cómo derechizar a un izquierdista

Ser de izquierda es, desde que esa clasificación surgió con la Revolución Francesa, optar por los pobres, indignarse ante la exclusión social, inconformarse con toda forma de injusticia o, como decía Bobbio, considerar una aberración la desigualdad social.

Ser de derechas es tolerar injusticias, considerar los imperativos del mercado por encima de los derechos humanos, encarar la pobreza como tacha incurable, creer que existen personas y pueblos intrínsecamente superiores a los demás.

Ser izquierdista -patología diagnosticada por Lenin como ‘enfermedad infantil del comunismo’- es quedar enfrentado al poder burgués hasta llegar a formar parte del mismo. El izquierdista es un fundamentalista en su propia causa. Encarna todos los esquemas religiosos propios de los fundamentalistas de la fe. Se llena la boca con dogmas y venera a un líder. Si el líder estornuda, él aplaude; si llora, él se entristece; si cambia de opinión, él rápidamente analiza la coyuntura para tratar de demostrar que en la actual correlación de fuerzas…

El izquierdista adora las categorías académicas de la izquierda, pero se iguala al general Figueiredo en un punto: no soporta el tufo del pueblo. Para él, pueblo es ese sustantivo abstracto que sólo le parece concreto a la hora de acumular votos. Entonces el izquierdista se acerca a los pobres, no porque le preocupe su situación sino con el único propósito de acarrear votos para sí o/y para su camarilla. Pasadas las elecciones, adiós que te vi y ¡hasta la contienda siguiente!

Como el izquierdista no tiene principios, sino intereses, nada hay más fácil que derechizarlo. Dele un buen empleo. Pero que no sea trabajo, eso que obliga al común de los mortales a ganar el pan con sangre, sudor y lágrimas. Tiene que ser uno de esos empleos donde pagan buen salario y otorgan más derechos que deberes exigen. Sobre todo si se trata del ámbito público. Aunque podría ser también en la iniciativa privada. Lo importante es que el izquierdista sienta que le corresponde un significativo aumento de su bolsa particular.

Así sucede cuando es elegido o nombrado para una función pública o asume un cargo de jefe en una empresa particular. De inmediato baja la guardia. No hace autocrítica. Sencillamente el olor del dinero, combinado con la función del poder, produce la irresistible alquimia capaz de hacer torcer el brazo al más retórico de los revolucionarios.

Buen salario, funciones de jefe, regalías, he ahí los ingredientes capaces de embriagar a un izquierdista en su itinerario rumbo a la derecha vergonzante, la que actúa como tal pero sin asumirla. Después el izquierdista cambia de amistades y de caprichos. Cambia el aguardiente por el vino importado, la cerveza por el güisqui escocés, el apartamento por el condominio cerrado, las rondas en el bar por las recepciones y las fiestas suntuosas.

Si lo busca un compañero de los viejos tiempos, despista, no atiende, delega el caso en la secretaria, y con disimulo se queja del ‘molestón’. Ahora todos sus pasos se mueven, con quirúrgica precisión, por la senda hacia el poder. Le encanta alternar con gente importante: empresarios, riquillos, latifundistas. Se hace querer con regalos y obsequios. Su mayor desgracia sería volver a lo que era, desprovisto de halagos y carantoñas, ciudadano común en lucha por la sobrevivencia.

¡Adiós ideales, utopías, sueños! Viva el pragmatismo, la política de resultados, la connivencia, las triquiñuelas realizadas con mano experta (aunque sobre la marcha sucedan percances. En este caso el izquierdista cuenta con la rápida ayuda de sus pares: el silencio obsequioso, el hacer como que no sucedió nada, hoy por ti, mañana por mí…).

Me acordé de esta caracterización porque, hace unos días, encontré en una reunión a un antiguo compañero de los movimientos populares, cómplice en la lucha contra la dictadura. Me preguntó si yo todavía andaba con esa ‘gente de la periferia’. Y pontificó: “Qué estupidez que te hayas salido del gobierno. Allí hubieras podido hacer más por ese pueblo”.

Me dieron ganas de reír delante de dicho compañero que, antes, hubiera hecho al Che Guevara sentirse un pequeño burgués, de tan grande como era su fervor revolucionario. Me contuve para no ser indelicado con dicho ridículo personaje, de cabellos engominados, traje fino, zapatos como para calzar ángeles. Sólo le respondí: “Me volví reaccionario, fiel a mis antiguos principios. Prefiero correr el riesgo de equivocarme con los pobres que tener la pretensión de acertar sin ellos”.

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La vigencia sangrienta del himno norteamericano


Jimi Hendrix The Star Spangled Banner Woodstock... por vb24> En woodstock 1969,Jimi Hendrix interpretó el himno estadounidense mezclándolo con simulaciones sonoras de bombardeos y ametrallamientos sobre los barrios de Vietnam, sirenas anti-aéreas y otros ruidos de batalla, solo utilizando su guitarra.
¡¡¡Aun su terrorifico sonido espanta al mundo!!!

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