Para las sociedades regidas por la dinámica capitalista, la máxima expresión de libertad ciudadana y política, la constituye la llamada democracia, pero ésta sin apellido, pareciera que en verdad fuese el limite superlativo alcanzado por cualquier sociedad; el ser humano ya no sería capaz de conocer ni de desear otra forma de administración ni de gobierno dirigido al disfrute y desarrollo humano.
Pues es mentira. La democracia como la hemos conocido hasta entonces, tiene apellido y uno muy feo a causa de los derroteros que tiene trazado: Burguesa es el apellido de la democracia que nos venden como culminación del quehacer humano y su derrotero es la legitimación de la destrucción del hombre y de todo el entorno cultural y natural que nos da cabida, para lograr para unos pocos el predominio económico, social y político.
La democracia burguesa, para hacerla parecer efectiva a nuestros ojos, debe ser vestida de atributos aparentemente colectivos para que permita la perpetuidad de las condiciones económicas que sustentan. Atributos que no son otros que las elecciones y la alternabilidad.
Pues es mentira. La democracia como la hemos conocido hasta entonces, tiene apellido y uno muy feo a causa de los derroteros que tiene trazado: Burguesa es el apellido de la democracia que nos venden como culminación del quehacer humano y su derrotero es la legitimación de la destrucción del hombre y de todo el entorno cultural y natural que nos da cabida, para lograr para unos pocos el predominio económico, social y político.
La democracia burguesa, para hacerla parecer efectiva a nuestros ojos, debe ser vestida de atributos aparentemente colectivos para que permita la perpetuidad de las condiciones económicas que sustentan. Atributos que no son otros que las elecciones y la alternabilidad.