"Karl Marx: "Al capital le horroriza la ausencia de beneficio. Cuando siente un beneficio razonable, se enorgullece. Al 20%, se entusiasma. Al 50% es temerario. Al 100% arrasa todas las leyes humanas y al 300%, no se detiene ante ningún crimen." .

jueves, 15 de enero de 2009

Conferencia Episcopal Venezolana: Caterva de Ladrones del Trabajo y la Conciencia

Denny Ortuño
La conferencia episcopal venezolana iniciando el año 2009, tomó bando por los opresores y aniquiladores de siempre. Los argumentos son los mismos que esgrimen los lacayos del imperio usamericano. No es extraño, ya que la los fundamentos del sistema de creencias ideológicos religiosas, la hacen afín a la destrucción del mundo y la humanidad.

Veamos:

En el transcurso de la historia, las religiones se han comportado como exterminadoras y piedras de tranca al progreso social y espiritual de los pueblos.

No hay más que revisar a lo largo y ancho del devenir humano y encontraremos como la religión aniquila, corrompe y como por diferentes actores - llámense sacerdotes, iluminados, obispos, patriarcas, pontífices, etc.- impide la investigación, el progreso y el desarrollo espiritual.

Conocidos son los hechos en donde el martirio, la sujeción, la dominación, el comercio fungen como sostenedores de la religión. Sacrificios humanos, en nombre de dioses, privilegios y tradiciones, hasta el empleo de mujeres sacerdotisas dedicadas al culto de los dioses, y al placer carnal para la manutención de templos, ministros y/o representantes divinos.

El accionar religioso en su totalidad conlleva al mantenimiento del orden instituido en beneficio de los poderosos y de la religión, muy lejos tiene como norte el desarrollo espiritual y material de los individuos, ya que lo prevalente es el sistema de dominación espiritual y encadenamiento material en beneficio del mismo sistema.

Se puede alegar que siglos atrás quedaron las hecatombes, depravaciones y comercios que alimentaban dioses, reyes y representantes divinos. Solo revisar los textos en que se fundamentas las normas religiosas, las fundaciones y sostenimiento religioso- al menos de las tres grandes religiones dominantes: Judía, Musulmana y Cristiana, y nos encontraremos que no solo no han cambiado sino que siguen siendo los motores por las que se rigen hasta nuestros días.

Basta recordar los emblemáticos sucesos en los albores del Cristianismo con la Inquisición, que volcó tanto sangre por toda Europa, como riquezas de los sacrificados para la Iglesia; las incontables voces y descubrimientos que silenció y quemó; Los millones de inocentes americanos, sacrificados en los altares, sacramentos y teologías adormecedoras y dominadoras. Pero más recientemente no es distinto, las matanzas que llevan años los integristas musulmanes de Sudán en guerra con los cristianos y animistas negros del sur. Las guerras de diversas facciones chiítas y sunitas en las tierras de Irán e Irak en nombre de Alá produciendo millones de muertos, de heridos y de desplazados. El enfrentamiento entre tutsi y hutus. Ghandi vio el fracaso de su misión al ver como se destrozaban, en una espantosa guerra de religión, hindúes y musulmanes cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días en el enfrentamiento entre Pakistán e India.

Hemos asistido a guerras de exterminio en nombre de la religión en Bosnia, en Croacia, en Eslovenia, en Serbia y el resto de los Balcanes. El exterminio de Palestina por Israel lleva el sello de la muerte religiosa. Se mata en nombre de Cristo, de Alá, de Yahvé.

La religión es una institución que somete conciencias y sostiene mecanismos de atraso, los cuales le son inherentes, porque lo suyo es prevalecer sobre todo, incluso sobre los seres humanos.

Toda religión exige fe en sus dogmas y ritos, no se debe razonar, ni escudriñar en el dogma o misterio de la religión en que milita. Esta reclama fe ciega.

Examínese con ojo crítico cada uno de los dogmas y ritos de cualquier religión, y se encontrará que sostienen e invocan hechos fantásticos que a cada instante repiten con los ritos. La repetición constante obliga a la fidelidad y sumisión necesaria para que el individuo se mantenga dentro de sus filas. La repetición obliga a no pensar, anula conciencia y somete voluntades. Inmensas masas humanas repiten los ritos religiosos como escape a las disyuntivas que la interacción humana presenta día a día.

Súmese a esto las penalidades de índole moral y hasta material, que conlleva el no cumplimiento de los mismos, para garantizar que el que hace práctica religiosa no desee salir por los mecanismos de miedo que se ponen en marcha.

La religión, en lo individual, somete voluntades en lo colectivo aniquila y complota con el capitalismo para obtener beneficios a costa del sufrimiento de toda la humanidad.

Visto los métodos y usos generalizados de las religiones todas, su objetivo no es otro que el mantenimiento de un estado de cosas que sea favorable a su pervivencia como orden supra estructural de dominación y sometimiento del ser humano. La estructura en la que se fundamenta, siguiendo a Marx, debe ser una sociedad dividida, de privilegios, odios, miseria y explotación, no otra cosa es el capitalismo en cualquiera de sus presentaciones.

No es extraño, que los sostenedores de las religiones (léase: obispos, cardenales, conferencias episcopales, reyes, sínodos, concilios, pontífices, papas), se declaren enemigos jurados de todo lo que sea equidad, justicia, libertad y desarrollo humano y de todo lo que signifique que el pueblo emerja nuevo, producto de su trabajo y del cumplimiento de su deber histórico.

En Venezuela, la religión cristiana tiene campo amigo: el capitalismo, y ambos se colocan en contra del socialismo, en contra del pueblo y de las tareas que se plantea para rescatar a la humanidad de la destrucción y la muerte.

La Conferencia Episcopal venezolana no apoya los cambios, porque su esencia es el sometimiento y los privilegios. La historia de la religión la obliga a tomar partido por los poderosos, no hay camino honorable junto a estos sepulcros blanqueados; lejos de ellos tenemos todo el mundo por delante.

Solo el socialismo humano y laico, nos conduce al desarrollo humano espiritual y material necesario para lograr una sociedad justa, equitativa y libre.


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