"Karl Marx: "Al capital le horroriza la ausencia de beneficio. Cuando siente un beneficio razonable, se enorgullece. Al 20%, se entusiasma. Al 50% es temerario. Al 100% arrasa todas las leyes humanas y al 300%, no se detiene ante ningún crimen." .

martes, 21 de septiembre de 2010

EL DELITO UN PRODUCTO NECESARIO DEL CAPITALISMO, SU ERRADICACIÓN ES TAREA EXCLUSIVA DEL SOCIALISMO

La protesta y exposición hipócrita que hacen los opinadores mercenarios, así como la manipulación de empresas privadas de información en Venezuela acerca de la inseguridad, en donde se desvincula a este fenómeno del entorno social y económico en que se desarrolla, atribuyéndosele al Gobierno Bolivariano la responsabilidad por su surgimiento y de los altos niveles delictivos que se presentan dentro de las comunidades, tiene un manejo ideológico acorde a los intereses de la burguesía y de sus testaferros.

Abordaremos el delito común como generador de inseguridad social, desde un punto de vista distinto al que tradicionalmente se le asigna, vinculándolo estrechamente al sistema económico capitalista que lo produce y la forma de abordar el mismo bajo la óptica de una sociedad más justa y equitativa.

La visón burguesa acerca del delito común se ciñe estrictamente al acto violento cometido por uno o mas individuos en contra de la propiedad o de la integridad física a terceros y su solución es de exclusiva responsabilidad del Estado, quien debe ejercer la violencia legal para controlarla o erradicarla, quedando la comunidad a merced de las medidas policiales y judiciales que se implementan para tal fin.

Este enfoque toma por causa lo que en realidad es un efecto, presentando al delito como: 1) una anomalía en el orden establecido y 2) su tratamiento es responsabilidad exclusiva del Estado quien debe emplear para su control, el sistema jurídico diseñado para tal fin, así como los medios materiales de represión (como los cuerpos policiales, cárceles, etc.) con los que cuenta.

1) EL DELITO no es una ANOMALÍA, ES resultado necesario DE LA EXISTENCIA DE LA PROPIEDAD PRIVADA Y DEL MODELO DE EXPLOTACIÓN Y EXPROPIACIÓN EN LA SOCIEDAD CAPITALISTA


La forma jurídica e ideológica que reviste la existencia y defensa a la propiedad privada en una sociedad, define la forma como se trata el delito dentro de ella. Durante la época feudal la propiedad privada tenía su justificación en la ideología católica cristiana quien la presentaba como un bien otorgado por dios al señor feudal y a los jerarcas de la iglesia para su disfrute; el accionar en su contra era un atentado en contra del orden establecido por ese dios y de los representantes de este en la tierra. De allí que la sanción al delincuente era un asunto no solo legal, sino preponderantemente religioso.

Dentro del capitalismo la propiedad privada se presenta bajo la falsa idea de que "es inherente a todos los ciudadanos", equiparando la propiedad personal, en la mente del individuo, con la propiedad de los Medios de Producción. De esta forma el delito se convierte en "atentado contra la propiedad de toda la sociedad". Su castigo por consiguiente es responsabilidad del Estado el cual debe: 1) garantizar la existencia y permanencia de la propiedad privada; 2) tratar el delito como actividad enajenada del individuo, en donde éste es un infractor que se coloca por fuera del sistema de relaciones sociales instituidas por el capital, como normas para ser acatadas por toda la sociedad.

En ambas épocas (feudalismo y capitalismo) el delito se origina a partir del modo de producción y de propiedad predominante, mostrándose como respuesta individual, desesperada e instintiva a ese tipo de propiedad y a las relaciones sociales surgidas de ella. La propiedad privada predominante en el capitalismo no es la que se circunscribe al uso y consumo personal inmediato, en donde el individuo se crea y re-crea para el mantenimiento de sí mismo y de su especie; sino por el contrario, es la que surge de la apropiación de los instrumentos de trabajo del antiguo artesano, de la maquinaria, de los edificios y de la concentración de trabajadores y capital en manos de pocos individuos; ocasionando con ello que el producto generado por esta organización productiva y su distribución se mantenga como propiedad privada de disfrute exclusivo de los capitalistas.

Esta propiedad privada es un verdadero delito organizado en contra de toda la sociedad, ya que se fundamenta en la apropiación forzosa de los medios de producción y en la privación, para una gran parte de la sociedad, del producto generado por dichos medios.

Una vez que se somete al individuo a la privación de los medios necesarios, una vez que se le degrada a la más completa inhumanidad, la única respuesta que tiene a la mano es la obtención forzosa de esos recursos que le permitirán su sostenimiento biológico. De acuerdo a esto, el delito se comete en primer término en contra de la propiedad y como respuesta a esa privación individual; posteriormente como atentado a otro individuo por la deshumanización que implica esa privación, en donde éste no se reconoce en el otro como su igual, sino que se enfrenta a aquel como un medio para alcanzar los recursos que le son negados por la sociedad capitalista.

El origen del delito es de carácter estructural, es inmanente al tipo de relaciones de propiedad, de producción y de intercambio que se dan dentro de ella. La reproducción del capitalismo se presenta no sólo como producción y distribución de mercancías, también, y esto es necesario para la preservación del sistema, como reproducción de individuos carentes de medios de subsistencia que se ven obligados a venderse al capitalista, pero como no todos logran incorporarse al sistema productivo –ya que este es incapaz de absorberlos en su totalidad-, se origina una "masa" de desposeídos (ejército de reserva los llamaba Marx) que no pueden garantizar en absoluto su existencia; esta "masa" privada de todo medio de subsistencia se ve empujada a saciar sus necesidades básicas de manera instintiva e inmediata; ya no se le presentan a este sujeto opciones entre lo correcto o no, lo deseable o no; ahora es un asunto de perentoria supervivencia del individuo, del marginado, del execrado del disfrute de la riqueza que produce la propiedad privada, obligándose a esa "masa" a delinquir.

El delito en un primer momento está constituido por individuos producto de la miseria, que se encuentran acorralados, sin opciones, que tienen como propósito único la obtención de medios para preservar su existencia; en una siguiente instancia el capitalismo le imprime su sello al introducir "mercancías" y relaciones de intercambio para crear necesidades adaptadas a ese mercado. No es extraño que dentro del ámbito del “delito organizado”, determinados "artículos" sean objeto de oferta y demanda como las drogas, las armas, los vehículos, artículos electrónicos, incluso personas (el secuestro se ha convertido en una empresa lucrativa por la cantidad de dinero que moviliza); ya a este nivel el delito es tan rentable como el ejercicio bancario o comercial; por definición, es ya un negocio de capitalistas con la necesaria incorporación de brazos para la generación de ganancias. Este “desarrollo capitalista del delito”, incorpora a individuos desclasados, personas que están excluidas del sistema de relaciones sociales y económicas; como asalariados. Estos “empleados” son los encargados de procurar las "mercancías" que son demandadas por quienes invierten en el negocio del delito y que poseen de manera cautiva un gran "mercado" a nivel mundial. Un ejemplo de esto es la estimación que se hace en relación al trafico de drogas y el de armas los cuales producen ganancias anuales mayores a los 9 mil 500 millones de dólares.

El capitalismo produce y reproduce constantemente el delito: por una parte genera las condiciones al privar de medios de subsistencia a un número creciente de individuos, convierte la propiedad colectiva en propiedad privada de una persona o corporación, privatiza el producto generado por toda la sociedad, concentra la riqueza en pocas manos; por la otra, el delito se desarrolla como negocio capitalista, su pervivencia está signada por las mismas leyes de oferta y demanda del mercado mundial e introducir a personas asalariadas para el cumplimiento de las tareas delictivas. De ello se deduce que el delito no es una anomalía, sino un producto necesario y complementario de la dinámica del capital, al cual le incorpora, en un momento determinado de su desarrollo, relaciones de mercado y de propiedad convirtiéndolo así en un negocio rentable y sustentador del orden económico.

2) EL TRATAMIENTO DEL DELITO NO ES RESPONSABILIDAD EXCLUSIVA DEL ESTADO. SU SOLUCIÓN ESTÁ LIGADA A CONDICIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES MÁS JUSTAS Y EQUITATIVAS.

A. El Estado burgués es incapaz de controlar y erradicar el delito.

El Estado burgués monopoliza la respuesta al delito. Este acapara los medios y la práctica represiva y de control, aplicándolos directamente sobre el que delinque una vez que comete el acto, pero es incapaz de entender y atender las condiciones que lo produce, porque el Estado dentro del capitalismo, responde al mantenimiento de las condiciones de reproducción de riquezas y privilegios para una minoría, marginando al resto de la población.

En términos operativos, la presencia preventiva, represiva y de control del Estado es inefectiva, debido a que esta no es sostenible en el tiempo ni se manifiesta en todos los lugares posibles y probables de delito. Este modo de actuar conduce a un callejón sin salida, y la resolución del problema se aleja del horizonte de las soluciones deseables. Este método es el que siempre se ha empleado para abordar el problema delictivo: La exclusividad del ejercicio por parte del Estado del control, la represión y el castigo.

B. Transformando las condiciones económicas y sociales se ataca la raíz del delito

Una vez que se le devuelve al individuo la posibilidad de satisfacer sus verdaderas necesidades y de controlar las condiciones de producción y reproducción material y espiritual de su vida dentro de la sociedad, en esa misma medida se estará atacando la raíz del problema de la inseguridad y de la generación del delito.

La población debe erradicar las circunstancias que producen el delito, para ello debe ponerse al frente del control de todo el proceso productivo, de distribución e intercambio; así como de los mecanismos de producción socio-cultural que forjan en el individuo los principios éticos que estimulan su pleno desarrollo humano y la solidaridad como conducta colectiva imprescindible. Los trabajadores como clase, son el único sector de la población (por su constitución desde todos los sectores del pueblo), que actúa en interés de toda la sociedad, posibilitando que todos los habitantes de una región, ciudad o país obtengan las condiciones necesarias para el disfrute de toda la riqueza material y espiritual hasta entonces existentes.

Debemos darle un papel protagónico al pueblo trabajador, hacerlo partícipe de las acciones que se puedan plantear a corto y largo plazo en torno a ésta problemática. Este punto es de capital importancia. Actualmente se está impulsando en todo el país la creación de los Consejos Comunales, los Consejos de Trabajadores, de Estudiantes, entre otros, como instrumentos organizativos que promuevan la participación y coordinación de las actividades que se realizan dentro de un ámbito determinado, dándose respuesta así a los problemas que surjan desde dentro de las comunidades.

Dentro de las áreas de acción que se tienen diseñadas para los consejos comunales, se debe privilegiar la creación de los Comités de Seguridad Integral Comunal, donde el colectivo diseñe y ejecute, en conjunto con los entes encargados de la seguridad nacional, las medidas de atención comunitaria tendentes a modificar las condiciones que propician el desarrollo del delito.

Estas medidas deben pasar por identificar y prestar solución a aquellos pobladores en situación desfavorable y a las zonas con mayor incidencia en el desarrollo del delito; medidas que cubran aspectos habitacionales, laborales, de inserción social, de salud, educacionales y hasta recreativos. No existe mejor proyecto de seguridad que el diseñado por la propia comunidad, todos los elementos necesarios para la planificación exitosa se encuentran contenidos en el conocimiento práctico de los pobladores, trabajadores, estudiantes, etc.

Como medidas a tener en cuenta están las referidas a la transformación de las condiciones de infraestructura y urbanas: mejora y mantenimiento de la iluminación de vías, calles, avenidas así como de accesos y frente de casas, edificios, locales; las referidas a las condiciones del transporte; las de los habitantes: como las alertas para personas solas, y por sobre todas las cosas, incentivar el conocimiento de todos los miembros que habitan en la comunidad como medio de control social, este conocimiento existe de forma espontánea, hay que estructurarlo para que sirva de elemento de auxilio y de control social. De esta manera podemos incidir, con mucha certeza sobre las condiciones socio-económicas de nuestros compatriotas, evitándose o controlando, a lo inmediato las causas que generan el delito.

Este nivel de participación comunitaria exige de parte de sus miembros, el ejercicio de la solidaridad, el sentido de pertenencia a la comunidad, la corresponsabilidad con el Estado. Sólo entendiendo que no es un asunto exclusivo del Estado Nacional o de los gobiernos regionales y/o locales, se puede desarrollar los mecanismos apropiados para poner en práctica una gestión eficaz de los habitantes hacia su entorno social, cultural y económico.

Se debe contemplar dentro de las políticas publicas y comunales la incorporación del que delinque al entorno social (educación, trabajo productivo, actividades artísticas) sin excluirlo, promoviéndose con esto su desarrollo humano, hecho que se ha hecho evidente con la implementación de la Misión Negra Hipólita, donde centenares de compatriotas al ser tratados con dignidad, reconociéndoles sus derechos sociales y atendidos en sus necesidades más perentorias, se han incorporado socialmente y ayudan a su vez en el rescate de otros seres que se hallan marginados.

Dentro del sistema capitalista se seguirá imponiendo el delito como 1) acto individual o colectivo violento e inmediato por el apremio del instinto de conservación biológico y 2) como negocio capitalista, donde rige la ley de la oferta y la demanda, que necesita del trabajo asalariado como sustento del modelo capitalista global.

La visión de que el delito se combate sólo con más policías y mejores armas, responde a la concepción burguesa de actos desviados de la norma social, en donde las condiciones sociales son presentadas como justas y eficientes. La evidencia en contra la tenemos en países (particularmente Estados Unidos cuyos niveles de inseguridad aumentan día a día) con altos índices de desarrollo económico y policial en donde el delito se presenta incontrolable y con altos signos de economía de mercado, a la par que el acto violento se incrementan con asombrosa velocidad, en proporción directa con un sistema judicial implacable y hasta sanguinario.

El capitalismo no soluciona los conflictos que nacen de su seno, por el contrario los acrecienta en la misma medida que crece la concentración de capitales, la división del trabajo, la propiedad privada de las corporaciones y transnacionales, y el intercambio desigual en todos los órdenes de la vida social. Deshumaniza al individuo al incorporarlo al sistema como mercancía, sujeto a las leyes del mercado capitalista como cualquier objeto.

Debemos transformar las condiciones económicas, políticas y sociales sobre las cuales se sustenta este régimen de producción; construir una sociedad donde prevalezca el ser humano y donde las relaciones que se impongan sean equitativas y justas; que se procure el mayor bienestar posible a la inmensa mayoría de la población, que siempre es la más desasistida.

El socialismo reduce y elimina las causas que originan el delito, otorgándole calidad de vida digna a la población, posibilitándole a su vez desarrollo humano y espiritual. ¿Y esto como es posible? Esencialmente a que se elimina la propiedad privada sobre los medios de producción, el trabajo asalariado, las condiciones de inseguridad sobre el trabajo, se socializan los beneficios entre toda la población, y se otorga papel protagónico a la población en la atención de las causas que originan el delito.

Deben aprovecharse los ingresos que generan éstos medios de producción (ya socializados), creándose programas que atiendan a todos aquellos que han sido excluidos a lo largo de los años.

El principio de "a cada quien según su capacidad y a cada quien según su necesidad" se hace realidad porque respeta la individualidad en la producción social y atiende las necesidades de acuerdo a las realidades de todos aquellos que conforman la sociedad.

De esta forma, y al no haber personas que se hallen desasistidas u olvidadas por la sociedad y el Estado, las causas que generan el delito se minimizan o desaparecen, con la participación de toda la población.

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miércoles, 15 de septiembre de 2010

MIGRANTES, DROGAS E HIPOCRECIA

La Jornada

Con crudeza inusual, el rotativo neoyorquino señala que “los cárteles mexicanos son alimentados por Estados Unidos con dinero en efectivo, armas pesadas y adicciones”, en tanto el flujo humano hacia el norte "es alimentado por nuestra demanda de mano de obra barata". En tal circunstancia, las organizaciones del narcotráfico –"capitalistas oportunistas"– han incursionado en el negocio del tráfico de personas: "los inmigrantes indocumentados son en cierto sentido mejores que la cocaína, porque se les puede obligar a pagar rescate y convertirlos en transportadores de droga".

El editorial referido no sólo se inscribe en los señalamientos sobre la vinculación creciente entre narcotráfico y trata de personas –vínculo que resultó bárbaramente evidenciado por la masacre de centro y sudamericanos en Tamaulipas–, sino se suma a señalamientos acerca de la inacción de Washington en materia de combate a las drogas.

Numerosos analistas han expresado dudas sobre el compromiso real del gobierno estadounidense en ese empeño impuesto por él mismo a otros países del continente, y para fundamentar la sospecha se señala, entre otros hechos, la supuesta incapacidad del aparato policial, militar y tecnológico más poderoso del mundo para detectar e interceptar la inmensa mayoría de los embarques de estupefacientes ilícitos que cruzan la línea fronteriza entre México y Estados Unidos o que ingresan a la nación vecina por mar o por aire. Una vez que las sustancias ilícitas llegan a ese país, se distribuyen y comercializan sin mayores contratiempos desde el río Bravo hasta Canadá, y desde el Pacífico hasta el Atlántico.
La inconsistencia entre el discurso oficial de Washington y sus acciones para detener el tráfico de estupefacientes en su propio territorio es simétrica a la incongruencia que existe entre las políticas oficiales en materia de migración, persecutorias y represivas, tanto en lo federal como en los ámbitos estatales, y la evidente necesidad de la economía estadounidense de nutrirse con mano de obra barata que no puede provenir más que de los trabajadores extranjeros, latinoamericanos en su mayoría, que llegan al país sin documentos migratorios.

En uno y otro ámbito se pone de manifiesto, pues, una hipocresía que a decir de The New York Times llega hasta el punto de usar a los cárteles mexicanos como la válvula que controla el caudal migratorio. En la medida en que tales ejercicios de simulación sean ciertos –y todos los elementos de juicio apuntan a que lo son–, resulta inevitable preguntarse si semejantes abismos entre las leyes y la práctica gubernamental y empresarial no configuran un gigantesco fraude a la comunidad internacional y a la propia opinión pública estadounidense, mayoritariamente intoxicada por una propaganda que presenta, por un lado, a un país inmaculado, próspero, sano y regido por el derecho, y por el otro, a un conjunto de naciones que invaden el territorio estadounidense con drogas ilícitas y con migrantes delictivos y peligrosos.

En todo caso, queda claro que el lugar de los segundos en el narcotráfico no es el de protagonistas, sino en todo caso el de víctimas, y que son las propias autoridades de Estados Unidos las que por medio de estrategias fallidas, si no es que malintencionadas, las que han creado esa circunstancia.

La conclusión inevitable de esta reflexión es que Washington carece de autoridad moral para dictar, acordar o sugerir acciones en materia de combate a la delincuencia organizada y, en particular, al tráfico de drogas, y que si bien es cierto que tales fenómenos, habida cuenta de su carácter global, deben ser enfrentados en forma multilateral y concertada, las estrategias correspondientes deben ser formuladas en negociaciones equitativas y respetuosas de las soberanías. En este punto, a las autoridades mexicanas corresponde abandonar la sumisión con la que han actuado y asumir de una vez por todas que Estados Unidos no puede ser visto como fuente de soluciones, sino como parte del problema.

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martes, 14 de septiembre de 2010

SEÑORES DE LA GUERRA





Vengan señores de la guerra,
ustedes que construyen todas las armas,
ustedes que construyen los aviones de muerte,
ustedes que construyen las grandes bombas,
ustedes que se esconden detrás de paredes,
ustedes que se esconden detrás de escritorios,
sólo quiero que sepanque puedo ver detrás de sus máscaras.

Ustedes que nunca hicieron nadaexcepto construir para destruir,
ustedes juegan con mi mundocomo si fuera juguetito de ustedes,
ponen un arma en mi mano
y se esconden de mis ojos
y se dan vuelta y corren alejándose
cuando vuelan rápidas las balas

Como antes Judas,
mienten y engañan.
Una guerra mundial puede ganarse
(me quieren hacer creer)
pero veo a través de sus ojos,
y veo a través de sus cerebros,
como veo a través del agua
que corre por mi alcantarilla.

Ustedes ajustan los gatillos
para que otros disparen
y luego retroceden y observan.
Cuando el número de muertos asciende
se esconden en sus mansiones
mientras la sangre de los jóvenes
se escapa de sus cuerpos
y se entierra en el barro.

Ustedes arrojaron el peor miedo
que alguien pudo haber lanzado:
el miedo a traer niños al mundo
por amenazar a mi hijo
aún no nacido, sin nombre,
no merecen la sangre
que corre por sus venas.
¿Cuánto sé
Como para hablar cuando no corresponde?
Ustedes podrían decir que soy joven,
podrían decir que no tengo educación,
pero hay una cosa que sé,
pese a ser más joven que ustedes:
incluso Jesús nunca
perdonaría lo que ustedes hacen.

Déjenme preguntarles una cosa:
¿el dinero que tienen es tan bueno
como para comprarles el perdón?
¿Piensan que tendría ese poder?
Creo que se darán cuenta
cuando les llegue la hora de la muerte
que todo el dinero que ganaron
nunca servirá para recuperar sus almas.
Y espero que mueran
y que la muerte les llegue pronto;
yo seguiré sus ataúdes
en la pálida tarde,
y observaré mientras los bajan
hasta su lecho último,
y me quedaré parado frente a sus tumbas
hasta asegurarme que estén muertos.

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lunes, 13 de septiembre de 2010

Nueve años, dos guerras, cientos de miles de muertos y nada aprendido

Robert Fisk

Traducción: El Negro Gómez

¿Acaso el 11 de septiembre nos vuelve locos a todos? Nuestra conmemoración de los inocentes que murieron hace nueve años ha sido un holocausto de fuego y sangre…

¿Acaso el 11 de septiembre nos volvió locos a todos?

¡Qué ajustado (en una extraña, alocada manera) que la apoteosis de esa tormenta de fuego iniciada hace nueve años tenga que ser la de un predicador desquiciado amenazando con otra tormenta de fuego; o la de una quema estilo nazi del Corán; o la de la edificación de una supuesta mezquita a dos cuadras de “zona cero”!

Como si el 11-S hubiera sido una arremetida sobre cristianos adoradores de Jesús, en vez de sobre el occidente ateo.

¿Pero por qué deberíamos estar sorprendidos? Nada más miren a esos otros desquiciados que eclosionaron con las secuelas de esos crímenes de lesa humanidad: el medio-enloquecido Admadineyad, el insoportable Gadafi post-Guerra Fría, Blair con su alocado ojo derecho y George W Bush con sus prisiones y torturas “en negro” y su lunática “guerra al terror”, y ese espantoso hombre que vivió (o vive todavía) en una cueva afgana, y los cientos de “al-qaedas” que él creó, y el Mulá tuerto, sin mencionar los canas lunáticos, las agencias de inteligencia y los matones de la CIA que nos han fallado –completamente- el 11 de septiembre porque estaban demasiado inactivos o demasiado estúpidos como para identificar a 19 hombres que iban a atacar a los EE.UU.

Recuerden una cosa: incluso si el Reverendo Terry Jones mantiene su decisión de retroceder, algún otro de nuestros chiflados va a estar listo para tomar su lugar.

Ciertamente, en este sombrío noveno aniversario (y que el cielo nos libre el año que viene del décimo), el 11-S parece haber producido no paz, o justicia o democracia, o derechos humanos… sino monstruos. Estos monstruos han merodeado por Iraq (tanto la especie occidental como la variedad local) y han masacrado 100.000 almas, o 500.000, o un millón, y… ¿a quién le importa? Han matado decenas de miles en Afganistán, ¿y a quién le importa?

Y a medida que la enfermedad se extendía a lo largo de Oriente Medio y luego a lo largo del globo, ellos (los pilotos de la fuerza aérea y los insurgentes, los marines y los suicidas con bombas, los al-Qaedas del Magreb y los de Jalij’, los del califato de Iraq y los de las fuerzas especiales, los muchachos del apoyo aéreo táctico y los degolladores) han arrancado las cabezas de mujeres y niños, de viejos y enfermos, de jóvenes y sanos, desde el Índico al Mediterráneo, desde Bali al subte de Londres. ¡Vaya un memorial para los 2.966 inocentes que perecieron hace nueve años! Hecha en nombre de ellos, aparentemente, ha sido nuestra ofrenda de holocausto de fuego y sangre, sacralizada ahora por el demente pastor de Gainsville.






Ésta es la pérdida, por supuesto. ¿Pero quién ha sacado la ganancia?

Bueno, los vendedores de armas, naturalmente. Y también Boeing y Lockheed Martin y todos los muchachos fabricantes de misiles y “drones” (aviones no tripulados) y las plantas de fabricación de repuestos de F-16 y los despiadados mercenarios que acechan las tierras musulmanas en nuestro nombre ahora que hemos creado 100.000 enemigos más por cada uno de los 19 asesinos del 11-S.

Los torturadores la pasaron bien, puliendo su sadismo en las prisiones ilegales de EE.UU (sería apropiado que el centro de tortura de EE.UU en Polonia se revelase en este noveno aniversario), y también lo hicieron los hombres (y las mujeres, me temo) que perfeccionaron los grillos y las técnicas de “submarino” con las que ahora peleamos nuestras guerras. Y (no nos olvidemos), cada religioso delirante en el mundo, sea de la variedad Bin Laden, los groupies barbudos del Talibán, los verdugos suicidas, los predicadores “mano de garfio”, o nuestro propio pastor de Gainsville.

¿Y Dios? ¿Dónde encaja? Un archivo de citas sugiere que casi todo monstruo creado en o después del 11-S es un seguidor de este redentor quijotesco. Bin Laden reza a Dios…”para convertir a EE.UU. en una sombra del mismo”, como me dijo en 1997. Y Bush le rezó a Dios y Blair le rezó (y reza) a Dios, y todos los asesinos musulmanes y una enorme cantidad de soldados occidentales, y el (honorario) Doctor Pastor Terry Jones y su treintena (o tal vez cincuentena, ya que las estadísticas son difíciles de obtener en la “guerra al terror”) le rezan a Dios.

Y el pobre Dios, por supuesto, tiene que escuchar estas oraciones ya que Él siempre está sentado entre ellos durante nuestras guerras demenciales. Recuerdo las palabras atribuidas a Él por un poeta de otra generación: “Dios esto, Dios aquello, Dios lo otro. ‘¡Dios santo!’, dijo Dios. ‘¡cuánto trabajo!’. Y eso que era sólo era la Primera Guerra Mundial…

Hace apenas cinco años -en el cuarto aniversario de los ataques a las Torres Gemelas/Pentágono/Pennsylvania- una niña de una escuela me preguntó en una conferencia dictada en una iglesia en Belfast si acaso el Medio Oriente se beneficiaría de más religión. ¡No! ¡Menos religión!, aullé como repuesta. Dios es bueno para contemplación, no para la guerra. Pero (y acá es donde nos conducen a los acantilados y rocas ocultas que nuestros líderes quieren que ignoremos, olvidemos y abandonemos) todo este lío de mierda involucra al Medio Oriente. Se trata de pueblos musulmanes que han conservado su fe mientras esos occidentales que los dominan (militar, económica, cultural y socialmente) han perdido la de ellos.

¿Cómo puede ser? Se preguntan los musulmanes. Ciertamente; es una excelente ironía que el Reverendo Jones sea creyente, mientras que el resto de nosotros –por lejos- no lo somos. De allí que nuestros libros y nuestras documentales nunca se refieren a musulmanes contra cristianos, sino a musulmanes contra “Occidente”.

Y por supuesto, el tema tabú del que no debemos hablar -la relación de Israel con EE.UU, y el apoyo incondicional de los EE.UU. al robo de tierras musulmanas por parte de Israel- yace en el corazón de esta crisis terrible en nuestras vidas.

En la edición de ayer del The Independent había una fotografía de manifestantes afganos cantando la consigna “muerte a EE.UU.”

Pero al fondo de la foto se ve a los mismos manifestantes con una pancarta negra con un mensaje escrito en lengua Dari con pintura blanca. Lo que realmente decía era: “El gobierno del régimen sionista chupasangre y los líderes occidentales que son indiferentes [al sufrimiento] y no tienen conciencia, están celebrando el nuevo año derramando la roja sangre de los palestinos”.

El mensaje es tan extremista como vicioso; pero prueba una vez más que la guerra en la que estamos enfrascados es también sobre Israel y “Palestina”. Nosotros podemos preferir ignorar esto en “Occidente”, donde supuestamente los musulmanes “nos odian por lo que somos” u “odian nuestra democracia” (ver Bush, Blair y otros políticos mendaces), pero este gran conflicto yace en el corazón de la “guerra al terror”. Es por eso que el igualmente vicioso Bejamin Netanyahu reaccionó a las atrocidades del 11-S declarando que el evento sería bueno para Israel. Israel sería ahora capaz de declarar que ellos, también, estaban peleando la “guerra al terror”; que Arafat (éste era el reclamo del ahora comatoso Ariel Sharón) es “nuestro Bin Laden”. Y así los israelíes tuvieron el estómago de reclamar que la ciudad de Sderot –bajo su cascada de misiles de hojalata de Hamás- era “nuestra zona cero”.

No lo era. La batalla de Israel contra los palestinos es una horrible caricatura de nuestra “guerra al terror”, en la que se supone que nosotros tenemos que apoyar al último proyecto colonial en la tierra (y aceptar sus miles de víctimas) porque las torres gemelas y el Pentágono y el vuelo 93 de United fueron atacados por 19 árabes hace nueve años. Hay una suprema ironía en el hecho de que un resultado directo del 11-S haya sido la corriente de policías y “tabicados” (agentes encubiertos) occidentales que han viajado a Israel para mejorar sus “especialidades anti-terroristas” con la ayuda de oficiales israelíes que podrían –de acuerdo a las Naciones Unidas- ser criminales de guerra. No fue una sorpresa encontrar que los héroes que dispararon contra el pobre Jean Charles de Menezes en el subterráneo londinense en 2005 hayan recibido asesoramiento “antiterrorista” de los israelíes.

Y sí, conozco los argumentos. No podemos comparar la acción de malvados terroristas con el valor de nuestros jóvenes hombres y mujeres que defienden nuestras vidas –y sacrifican las suyas- en la línea del frente de la “guerra al terror”. Pero sabemos que vamos a matar inocentes; nosotros aceptamos de buena gana que vamos a matar inocentes, que nuestras acciones van a crear tumbas masivas con familias, con los pobres, los débiles y los desposeídos.

Por esta razón hemos creado la obscena definición de “daños colaterales”. Como “colateral” significa que estas víctimas son inocentes, entonces “colateral” significa también que somos inocentes de sus muertes. No era nuestro deseo matarlos, incluso si sabíamos que era inevitable que lo hiciéramos. “Colateral” es nuestro eximente. Esta palabra es la diferencia entre “nosotros” y “ellos”; entre nuestro Derecho Divino a matar y el Derecho Divino de Bin Laden a asesinar. Las víctimas, escondidas de la vista como cadáveres “colaterales”, ya no cuentan más porque fueron masacradas por nosotros. Tal vez no fue tan doloroso. Tal vez morir por un avión no-tripulado es una partida más suave de este mundo; un descuartizamiento causado por un misil aire-tierra modelo AGM-114C fabricado por Boeing-Lockheed es menos doloroso que una muerte causada por los fragmentos de una mina improvisada en el camino o por un cruel suicida con un cinturón de explosivos.

Por eso sabemos cuántos murieron el 11-S: 2.966 (aunque el número puede ser mayor), y por qué no hacemos “cuenteo de cuerpos” de aquéllos a quienes matamos. Porque ellos –“nuestras” víctimas- no deben tener identidad, ni inocencia, ni personalidad; no deben tener una causa o creencias, y porque nosotros hemos matado muchos, muchos más seres humanos que Bin Laden y los talibanes y al-Qaeda.

Los aniversarios son eventos para la televisión y los diarios, y pueden tener el hábito horripilante de aunar a la gente en el marco de una funesta conmemoración. Así conmemoramos la Batalla de Britania -un episodio caballeresco en nuestra historia- y el bombardeo de civiles británicos por parte de los alemanes llamado Blitz en la segunda guerra mundial (un progenitor del asesinato masivo, por supuesto, pero un símbolo de la valentía inocente) tal como conmemoramos el comienzo de una guerra que ha destrozado nuestra moralidad, ha convertido a nuestros políticos en criminales de guerra, a nuestros soldados en asesinos y a nuestros despiadados enemigos en héroes de la causa antioccidental.

Y mientras en este sombrío aniversario el Reverendo Jones quería quemar un libro llamado el Corán, Tony Blair trató de vender un libro llamado “Una travesía”. Jones dijo que el Corán era “malvado”; algunos británicos se preguntaron si el libro de Blair no debería clasificarse como “crimen”.

Ciertamente, el 11-S se vuelve fantasía cuando el reverendo Jones puede acaparar la atención de los Obama y de los Clinton, del Santo Padre y de las incluso más santas Naciones Unidas.

Quem deus vult perdere, dementat prius…

(Aquéllos a quienes destruirán los dioses enloquecen antes. De la obra Medea, de Eurípides. Nota del traductor )

Fuente: http://www.independent.co.uk/opinion/commentators/fisk/robert-fisk-nine-years-two-wars-hundreds-of-thousands-dead-ndash-and-nothing-learnt-2076450.html

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La vigencia sangrienta del himno norteamericano


Jimi Hendrix The Star Spangled Banner Woodstock... por vb24> En woodstock 1969,Jimi Hendrix interpretó el himno estadounidense mezclándolo con simulaciones sonoras de bombardeos y ametrallamientos sobre los barrios de Vietnam, sirenas anti-aéreas y otros ruidos de batalla, solo utilizando su guitarra.
¡¡¡Aun su terrorifico sonido espanta al mundo!!!

Ultraderecha Los Prisioneros

Solimar Cadenas, In Memoriam

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Colombia: el peligro es morirse

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