"Karl Marx: "Al capital le horroriza la ausencia de beneficio. Cuando siente un beneficio razonable, se enorgullece. Al 20%, se entusiasma. Al 50% es temerario. Al 100% arrasa todas las leyes humanas y al 300%, no se detiene ante ningún crimen." .

jueves, 5 de julio de 2007

ESE SEÑOR LUCKERT.


Por: Wilmer Ortuño

Realmente los jerarcas de la iglesia católica no se cansan de meter la patota cada vez que salen a declarar, o ¿será que se el subconsciente los delata?
Las recientes declaraciones de Luckert (recientes no por novedosas sino por ser las últimas), nos demuestran con quién carajo está este señor cura.
Desde que se instauró la figura papal como máximo jerarca de esta iglesia, sus intereses han girado en torno a césares, reyes, emperadores, dictadores, políticos, pero nunca con el pueblo, ese que se levanta de madrugada para ir al trabajar y poder dar de comer a su familia y enriquecer a esos burgueses (empresarios, políticos, reyes, sacerdotes, cardenales y hasta al mismísimo papa) que luego en sus diversos medios calificará de “flojo”, “borracho”, “parrandero” tal y como lo hicieron y lo hacen ciertos personajes que conforman la canalla burguesa.
Este señor, Luckert, es la más fiel representación de figuras como León XIII que no fue un papa liberal como lo demuestran sus acciones en Bruselas. En Italia en 1849 propuso por primera vez la condena papal a un amplio espectro de ideas modernas consideradas inaceptables para la Iglesia. Sus encíclicas se hicieron eco de la encíclica de Pío IX, Syllabus errorum (1864 muestrario del verdadero espíritu de la iglesia católica, apostólica y romana), y se sumaron a la postura tomada por el papa Gregorio XVI contra la libertad de prensa, de conciencia y culto, y contra la separación de la Iglesia y el Estado. ¿qué tal?
Este señor olvida que la iglesia católica es una creación posterior a las predicas de Jesús, quien vino sólo a cumplir la Ley que mandaba su padre: Amar al prójimo como a uno mismo.
La encíclica (Rerum novarum, 1891) sostenía que la propiedad privada era un “derecho natural”, pero también condenaba al capitalismo como causa de la pobreza y degradación de muchos trabajadores, consideraba incluso algunos aspectos del socialismo como “cristianos”. Lo que reafirma el carácter revolucionario y comunista de Jesús, ya que si la misma jerarquía eclesiástica lo reconoce, es porque debe provenir de algún lado con mayor fuerza moral, es decir: Jesús de Nazareth.
Pero este señor, Luckert, se empeña en atacar todo lo que signifique un bien para la sociedad (tal como el decreto que limita el consumo de bebidas alcohólicas, el latifundio, el socialismo, la democratización del espectro radio eléctrico, la lucha contra el latifundio, el rescate de empresas quebradas) se opone a todo lo que le huela a pueblo, chavismo, bolivarianismo, socialismo.
Me imagino, sin hacer mucho esfuerzo, que debe afirmar como lo hizo Castillo Lara cuando se le advirtió que el pueblo se iba de la iglesia: ¡Que se vayan!
Este señor, Luckert, embiste contra la propuesta de implementar la reelección indefinida y afirma que éste no es un gobierno democrático, desconociendo o manipulando, como es ya costumbre de todos ellos, los mecanismos establecidos en la misma constitución para su posible aprobación, el último que tendrá la palabra, como siempre, será el pueblo. ¿Qué mayor prueba de democracia puede ser esto? ¿A qué le temen verdaderamente?
Le recuerdo al señor Luckert, que en el concilio realizado en 1864, se cursó invitación a 1.050 obispos y a otros posibles participantes, con cardenales nombrados por el Papa que presidieron y controlaron estrictamente los debates, pero de esos, sólo asistieron 800. Tras discusiones sobre algunos aspectos difíciles y que atentaban abiertamente contra la esencia de las enseñanzas de Jesús, y la misma democracia, terminaron votando 435, ya que el resto se retiró al no estar de acuerdo con la propuesta de la infalibilidad del papa (libre de error) en materias de fe y moral (Pastor aeternus, 18 de julio, 1870), vaya iglesia que predica una cosa y aplica otra. Habría que ver con qué moral puede sostener cualquier cosa este papa que militó en la juventudes hitlerianas, allá por los años de holocaustos, guerras, invasiones, matanzas de comunistas y entronizaciones de dictadores fascistas.
¿Infalibilidad? Sí, como no.
Hasta el día de hoy las declaraciones papales, muchas veces, atentan contra la moral y la dignidad de toda la humanidad, sean o no católicos, avalando guerras, despojos, explotaciones, discriminaciones, exclusiones, atentando contra otras creencias, acusándolas de los mismos “pecados” que viven y se ceban en ella.
Valdría recordar (en el mismo libro que considera sagrado) en Mateo, el hecho ocurrido con el joven rico a quien se le plantea despojarse de sus riquezas y repartirla entre los pobres, ¿qué cara pondría el papa ante la misma disyuntiva? ¿qué cara pondría Lucker ante la propuesta?
Este señor, Luckert, sólo es un lacayo del imperio, representante de la burguesía y defensor de lo indefendible, claro, ya es lo único que les va quedando en estos tiempos, defender sus antiguas posiciones de privilegios para ver si así sobreviven al avance de la humanidad.
Pero, al igual que dijera otro profeta, esta humanidad ha dicho basta y ha echado a andar.
¡Líbrenme del agua mansa que de la brava me libro yo!

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