"Karl Marx: "Al capital le horroriza la ausencia de beneficio. Cuando siente un beneficio razonable, se enorgullece. Al 20%, se entusiasma. Al 50% es temerario. Al 100% arrasa todas las leyes humanas y al 300%, no se detiene ante ningún crimen." .

viernes, 14 de marzo de 2008

Carlos Marx

Carlos Marx nació el 5 de mayo (según el nuevo calendario) de 1818 en Tréveris (ciudad de la Prusia renana). Su padre era un abogado judío, convertido en 1824 al protestantismo. La familia de Marx era una familia acomodada, culta, pero no revolucionaria. Después de terminar en Tréveris sus estudios de bachillerato, Marx se inscribió en la universidad, primero en la de Bonn y luego en la de Berlín, estudiando jurisprudencia y, sobre todo, historia y filosofía. En 1841 terminó sus estudios universitarios, presentando una tesis sobre la filosofía de Epicuro. Por sus concepciones, Marx era entonces todavía un idealista hegeliano. En Berlín se adhirió al círculo de los "hegelianos de izquierda" (Bruno Bauer y otros), que se esforzaban por extraer de la filosofía de Hegel conclusiones ateas y revolucionarias.

Terminados sus estudios universitarios, Marx se trasladó a Bonn con la intención de hacerse profesor. Pero la política reaccionaria del gobierno, que en 1832 había despojado de su cátedra a Ludwig Feuerbach, que en 1836 le había negado nuevamente la entrada en la universidad y que en 1841 privó al joven profesor Bruno Bauer del derecho a enseñar en Bonn, obligó a Marx a renunciar a la carrera docente. En aquella época, las ideas de los hegelianos de izquierda progresaban rápidamente en Alemania. Ludwig Feuerbach, sobre todo desde 1836, comenzó a someter a crítica la teología y a orientarse hacia el materialismo, que en 1841 (La esencia del cristianismo ) se impone ya definitivamente en su pensamiento; en 1843 ven la luz sus Principios de la filosofía del porvenir. "Hay que haber vivido la influencia liberadora" de estos libros, escribía Engels años más tarde refiriéndose a esas obras de Feuerbach. "Nosotros [es decir, los hegelianos de izquierda, entre ellos Marx] nos hicimos en el acto feuerbachianos."[2] Por aquel tiempo, los burgueses radicales renanos, que tenían ciertos puntos de contacto con los hegelianos de izquierda, fundaron en Colonia un periódico de oposición, la Gaceta del Rin (cuyo primer número salió el 1 de enero de 1842). Marx y Bruno Bauer fueron invitados como principales colaboradores; en octubre de 1842 Marx fue nombrado redactor jefe del periódico y se trasladó de Bonn a Colonia. La tendencia democrática revolucionaria del periódico fue acentuándose bajo la jefatura de redacción de Marx, y el gobierno lo sometió primero a una doble censura y luego a una triple, hasta que decidió más tarde suprimirlo totalmente a partir del 1 de enero de 1843. Marx se vio obligado a abandonar su puesto de redactor jefe en esa fecha, sin que su salida lograse tampoco salvar al periódico, que fue clausurado en marzo de 1843. Entre los artículos más importantes publicados por Marx en la Gaceta del Rin, Engels menciona, además de los que citamos más adelante (véase la Bibliografía ) el que se refiere a la situación de los campesinos viticultores del valle del Mosela. Como su labor periodística le había demostrado que conocía insuficientemente la economía política, Marx se dedicó afanosamente al estudio de esta ciencia.
En 1843, Marx se casó en Kreuznach con Jenny von Westphalen, amiga suya de la infancia, con la que se había comprometido cuando todavía era estudiante. Su esposa pertenecía a una reaccionaria familia aristocrática de Prusia. Su hermano mayor fue ministro del Interior en Prusia durante una de las épocas más reaccionarias, desde 1850 hasta 1858. En el otoño de 1843 Marx se trasladó a París con objeto de editar en el extranjero una revista de tendencia radical en colaboración con Arnold Ruge (1802-1880; hegeliano de izquierda, encarcelado de 1825 a 1830, emigrado desde 1848, y partidario de Bismarck entre 1866 y 1870). De esta revista, titulada Anales franco-alemanes, sólo llegó a ver la luz el primer fascículo. Las dificultades con que tropezaba la difusión clandestina de la revista en Alemania y las discrepancias surgidas entre Marx y Ruge hicieron que se suspendiera su publicación. En los artículos de Marx en los Anales vemos ya al revolucionario que proclama la necesidad de una "crítica implacable de todo lo existente", y, en particular, de una "crítica de las armas"[3] que apele a las masas y al proletariado.
En septiembre de 1844 llegó a París, por unos días, Federico Engels, quien se convirtió, desde ese momento, en el amigo más íntimo de Marx. Ambos tomaron conjuntamente parte activísima en la vida, febril por entonces, de los grupos revolucionarios de París (especial importancia revestía la doctrina de Proudhon, a la que Marx ajustó cuentas resueltamente en su obra Miseria de la filosofía, publicada en 1847) y, en lucha enérgica contra las diversas doctrinas del socialismo pequeñoburgués, forjaron la teoría y la táctica del socialismo proletario revolucionario, o comunismo (marxismo). Véanse, más adelante, en la Bibliografía, las obras de Marx de esta época, años de 1844 a 1848. En 1845, a instancias del gobierno prusiano, Marx fue expulsado de París como revolucionario peligroso, instalándose entonces en Bruselas. En la primavera de 1847, Marx y Engels se afiliaron a una sociedad secreta de propaganda, la Liga de los Comunistas, tuvieron una participación destacada en el II Congreso de esta organización (celebra do en Londres en noviembre de 1847) y por encargo del Congre so redactaron el famoso Manifiesto del Partido Comunista que apareció en febrero de 1848. En esta obra se traza, con claridad y brillantez geniales, una nueva concepción del mundo: el materialismo consecuente, aplicado también al campo de la vida social; la dialéctica como la doctrina más completa y profunda del desarrollo; la teoría de la lucha de clases y de la histórica misión revolucionaria universal del proletariado como creador de una nueva sociedad, la sociedad comunista.
Al estallar la revolución de febrero de 1848, Marx fue expulsado de Bélgica. Se trasladó nuevamente a París, y desde allí, después de la revolución de marzo, marchó a Alemania, más precisamente, a Colonia. Desde el 1 de junio de 1848 hasta el 19 de mayo de 1849, se publicó en esta ciudad la Nueva Gaceta del Rin, de la que Marx era el redactor jefe. El curso de los acontecimientos revolucionarios de 1848 a 1849 vino a confirmar de manera brillante la nueva teoría, como habrían de confirmarla en lo sucesivo los movimientos proletarios y democráticos de todos los países del mundo. La contrarrevolución triunfante hizo que Marx compareciera, primero, ante los tribunales (siendo absuelto el g de febrero de 1849) y después lo expulsó de Alemania (el 16 de mayo de 1849). Marx se dirigió a París, de donde fue expulsado también después de la manifestación del 13 de junio de 1849[4]; entonces marchó a Londres, donde pasó el resto de su vida.
Las condiciones de vida en la emigración eran en extremo duras, como lo revela con toda claridad la correspondencia entre Marx y Engels (editada en 1913). La miseria asfixiaba realmente a Marx y a su familia; de no haber sido por la constante y abnegada ayuda económica de Engels, Marx no sólo no hubiera podido acabar El Capital, sino que habría sucumbido inevitablemente bajo el peso de la miseria. Además, las doctrinas y tendencias del socialismo pequeñoburgués, no proletario en general, que predominaban en aquella época, obligaban a Marx a librar constantemente una lucha implacable, y a veces a repeler (como hace en su obra Herr Vogt [5] los ataques personales más rabiosos y salvajes. Manteniéndose al margen de los círculos de emigrados y concentrando sus esfuerzos en el estudio de la economía política, Marx desarrolló su teoría materialista en una serie de trabajos históricos (véase la Bibliografía ). Con sus obras Contribución a la crítica de la economía política (1859) y El Capital (t. I, 1867), Marx provocó una verdadera revolución en la ciencia económica (véase más adelante la doctrina de Marx).
El recrudecimiento de los movimientos democráticos, a fines de la década del 50 y durante la del 60, llevó de nuevo a Marx a la actividad práctica. El 28 de septiembre de 1864 se fundó en Londres la famosa Primera Internacional, la "Asociación Internacional de los Trabajadores". Marx fue el alma de esta organización, el autor de su primer "Llamamiento" y de gran número de sus resoluciones, declaraciones y manifiestos. Unificando el movimiento obrero de los diferentes países, orientando por el cauce de una actuación conjunta a las diver sas formas del socialismo no proletario, premarxista (Mazzini, Proudhon, Bakunin, el tradeunionismo liberal inglés, las vacilaciones derechistas lassalleanas en Alemania, etc.), a la par que combatía las teorías de todas estas sectas y escuelas, Marx fue forjando la táctica común de la lucha proletaria de la clase obrera en los distintos países. Después de la caída de la Comuna de París en 1871, que Marx analizó (en La guerra civil en Francia, 1871) de modo tan profundo, certero, brillante y eficaz, como revolucionario -- y a raíz de la escisión de la In ternacional provocada por los bakuninistas --, esta última ya no pudo seguir existiendo en Europa. Después del Congreso de La Haya (1872), Marx consiguió que el Consejo General de la Internacional se trasladase a Nueva York. La primera Internacional había cumplido su misión histórica y dejaba paso a una época de desarrollo incomparablemente más amplio del movimiento obrero en todos los países del mundo, época en que este movimiento había de desplegarse en extensión, con la creación de partidos obreros socialistas de masas dentro de cada Estado nacional.
Su intensa labor en la Internacional y sus actividades teóricas, aún más intensas, minaron definitivamente la salud de Marx. Prosiguió su obra de relaboración de la economía política y se consagró a terminar El Capital, recopilando con este fin multitud de nuevos documentos y poniéndose a estudiar varios idiomas (entre ellos el ruso), pero la enfermedad le impidió concluir El Capital.
El 2 de diciembre de 1881 murió su esposa, y el 14 de marzo de 1883 Marx se quedó dormido apaciblemente para siempre en su sillón. Está enterrado, junto a su mujer, en el cementerio londinense de Highgate. Varios hijos de Marx murieron en la infancia en Londres, cuando la familia vivía en la miseria. Tres de sus hijas se casaron con socialistas de Inglaterra y Francia: Eleonora Eveling, Laura Lafargue y Jenny Longuet. Un hijo de esta última es miembro del Partido Socialista Francés.

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George W. Bush se juega el todo por el todo

La renuncia del almirante Fallon reactiva las hostilidades en Irak
por Thierry Meyssan*



Contrariamente a lo que nos dice la prensa dominante, el almirante William Fallon no ha sido destituido por oponerse al presidente Bush en cuanto a la posibilidad de un ataque contra Irán. Fallon renunció voluntariamente luego de que la Casa Blanca saboteara el acuerdo que él mismo había negociado y concluido con Teherán, Moscú y Pekín. El camino que ha escogido la administración Bush reactiva la guerra en Irak y expone a los soldados estadounidenses que ocupan ese país a arrastrar las consecuencias de una resistencia que contará en lo adelante con el más amplio apoyo externo.

Casi a las 22 horas GMT del martes 11 de marzo de 2008, el comandante en jefe del Central Command, almirante William Fallon, anunció desde Irak la presentación de su dimisión. Inmediatamente, en Washington, el secretario de Defensa, su amigo Robert Gates, indicaba en una conferencia de prensa improvisada que aceptaba la decisión con el mayor pesar. Durante los siguientes minutos, el rumor de un posible ataque contra Irán se extendió por el mundo. En efecto, al parecer la Casa Blanca había exigido la renuncia del almirante luego de la publicación en la revista mensual Esquire de un reportaje [1] que recoge «francas» declaraciones de este alto oficial sobre el presidente Bush. Ese mismo artículo afirma que el despido del almirante sería el último indicio de la guerra.

Esta interpretación resulta errónea. Y es que ignora la evolución de la correlación de fuerzas en Washington. Para una mejor comprensión de lo que está en juego, se hace necesario volver atrás. Nuestros lectores, a quienes hemos informado periódicamente desde estas columnas sobre los debates que se producen en Washington, seguramente recordarán las amenazas de dimisión de Fallon [2], el amotinamiento de la los oficiales superiores [3], lo sucedido entre bastidores durante el encuentro de Annapolis [4] y de la infiltración de la OTAN en el Líbano [5], hechos todos que reportamos en estas columnas antes que nadie lo hiciera, revelaciones que –aunque fueron puestas en duda en el momento de su publicación– están hoy ampliamente demostradas. A todo lo anterior agregamos ahora informaciones inéditas sobre las negociaciones que dirigió el almirante Fallon.

El Plan Fallon
El establishment estadounidense aprobó el desencadenamiento de la guerra contra Irak con la esperanza de sacar de dicho conflicto sustanciales ganancias económicas, pero poco a poco se fue desilusionando. Esta operación genera costos directos e indirectos realmente desmesurados pero solamente beneficia a unos cuantos. Desde el año 2006 la clase dirigente se preocupa por poner fin a la aventura. Sus reservas tienen que ver con el excesivo despliegue de tropas, el creciente aislamiento diplomático y la hemorragia financiera. Su expresión fue el informe Baker-Hamilton que condenaba el proyecto de rediseño del Gran Medio Oriente y aconsejaba una retirada militar de Irak coordinada con un acercamiento diplomático a Teherán y Damasco.

Bajo esta amistosa presión, el presidente Bush se vio obligado a despedir a Donald Rumsfeld y a reemplazarlo por Robert Gates (proveniente de la propia Comisión Baker-Hamilton). Se creo un grupo de trabajo bipartidista –la Comisión Armitage-Nye– encargada de definir una nueva política de forma consensuada. Pero resultó que el tándem Bush-Cheney no había renunciado a sus proyectos y estaba utilizando ese grupo de trabajo para apaciguar a sus rivales mientras que continuaba preparando sus armas contra Irán. Para contrarrestar esas maniobras, Gates dio carta blanca a un grupo de oficiales superiores con los que se había vinculado durante el reinado de Bush padre. El 3 de diciembre de 2007, estos oficiales publicaron un informe de las agencias de inteligencia que desacredita el discurso plagado de mentiras de la Casa Blanca sobre la supuesta amenaza iraní. Además, trataron de imponerle al presidente Bush un reequilibrio de su política para el Medio Oriente a expensas de Israel.

El almirante William Fallon ejerce una autoridad moral sobre ese grupo de oficiales –que incluye al almirante Mike McConnell (director nacional de inteligencia), al general Michael Hayden (director de la CIA), al general George Casey (jefe del estado mayor de las fuerzas terrestres), y que contó con la posterior incorporación del almirante Mike Mullen (jefe del estado mayor conjunto). Hombre de sangre fría y de una brillante inteligencia, Fallon es uno de los últimos grandes jefes de las fuerzas armadas estadounidenses que estuvo destacado en Vietnam. Preocupado ante la multiplicación de teatros de operaciones, la dispersión de las fuerzas y el agotamiento de las tropas, puso abiertamente en tela de juicio un liderazgo civil cuya política sólo puede conducir Estados Unidos a la derrota.

Al prologarse el amotinamiento, este grupo de oficiales superiores fue autorizado a negociar una salida honorable a la crisis con Irán y a preparar una retirada de Irak. Según nuestras fuentes, imaginaron entonces un acuerdo que comprende tres aspectos:
1. Estados Unidos impondría en el Consejo de Seguridad la adopción de una última resolución contra Irán, para no quedar en ridículo. Pero se trataría de una resolución vacía de contenido real y Teherán se acomodaría a su adopción.
2. Mahmud Ahmadinejad viajaría a Irak, donde proclamaría los intereses regionales de Irán. Pero se trataría de un viaje puramente simbólico, al cual se acomodaría Washington.
3. Teherán ejercería toda su influencia para normalizar la situación en Irak y lograr que los grupos que ha venido apoyando pasaran de la resistencia armada a la integración política. Dicha estabilización permitiría que el Pentágono retirase sus tropas sin derrota. A cambio, Washington suspendería su propio apoyo a los grupos armados de la oposición iraní, específicamente a los Muyaidines del Pueblo.

También según nuestras fuentes, Robert Gates y este grupo de oficiales, bajo la dirección del general Brent Scowcroft (ex consejero de seguridad nacional), pidieron ayuda a Rusia y China para que apoyaran dicho proceso. Después del primer momento de perplejidad, Moscú y Pekín se aseguraron de obtener la forzada confirmación de la Casa Blanca antes de responder de forma positiva, sintiendo el alivio de haber evitado así un conflicto incontrolable.

Vladimir Putin se comprometió a no tratar de aprovecharse en el plano militar de la retirada estadounidense, pero exigió consecuencias políticas. Se acordó así que la conferencia de Annapolis sólo tendría resultados mínimos y que se organizaría en Moscú una conferencia global sobre el Medio Oriente para destrabar los problemas que la administración Bush ha estado agravando constantemente.
Al mismo tiempo, Putin aceptó facilitar el compromiso entre Irán y Estados Unidos pero expresó inquietud por la presencia de un Irán demasiado fuerte en la frontera sur de Rusia. A modo de garantía, se decidió que Irán aceptara lo que siempre había rechazado: no fabricar él solo su propio combustible nuclear.

Las negociaciones con Hu Jintao resultaron más complejas ya que los dirigentes chinos estaban desagradablemente sorprendidos luego de descubrir hasta qué punto la administración Bush les había mentido sobre la supuesta amenaza iraní. Había que restablecer, primeramente, la confianza bilateral. Por suerte, el almirante Fallon, que había sido hasta hace poco el comandante del PacCom (la zona del Pacífico), mantenía relaciones corteses con los chinos.
Se decidió que Pekín permitiría la adopción de una resolución antiiraní puramente formal en el Consejo de Seguridad, pero que la formulación de dicho texto no obstaculizaría en lo más mínimo el comercio entre China y Irán.

El sabotaje
A primera vista, parecía que todo estaba funcionando. Moscú y Pekín aceptaron el papel de figurantes en Annapolis y votaron la resolución 1803 contra Irán. Mientras tanto, el presidente Ahmadinejad saboreó su visita oficial a Bagdad, donde se reunió en secreto con el jefe del estado mayor conjunto estadounidense, Mike Mullen, para planificar la reducción de la tensión en Irak. Pero el tándem Bush-Cheney, que no se daba por vencido, saboteó el bien engrasado mecanismo en cuanto se le presentó la ocasión de hacerlo.

Primeramente, la conferencia de Moscú desapareció en las arenas movedizas de los espejismos orientales incluso antes de lograr concretarse. En segundo lugar, Israel se lanzó al asalto de Gaza y la OTAN desplegó su flota frente a las costas del Líbano reactivando así el incendio generalizado del Gran Medio Oriente, mientras que Fallon se esforzaba por apagar los focos de incendio uno a uno. En tercer lugar, la Casa Blanca, de costumbre tan dispuesta a sacrificar a sus peones, se negó a abandonar a los Muyaidines del Pueblo.
Exasperados, los rusos concentraron su propia flota al sur de Chipre para vigilar los navíos de la OTAN y enviaron a Serguei Lavrov de gira por el Medio Oriente, dándole la misión de armar a Siria, al Hamas y al Hezbollah para reequilibrar el Levante. Mientras tanto, los iraníes, furiosos ante el engaño, estimulaban a la resistencia iraquí a retomar los ataques contra los soldados estadounidenses.

Viendo sus esfuerzos reducidos a cero, el almirante Fallon dimitió, lo cual era la única vía que le quedaba de conservar su propio honor y su credibilidad ante sus interlocutores. La entrevista de Esquire, que se publicó dos semanas antes [de su renuncia], no es otra cosa que un pretexto.

El momento de la verdad
Durante las tres próximas semanas, el tándem Bush-Cheney se jugará el todo por el todo en Irak recurriendo al lenguaje de las armas. El general David Petraeus intensificará a fondo su programa de contrainsurgencia para presentarse victorioso ante el Congreso, a principios de abril. Simultáneamente, la resistencia iraquí, ahora con el apoyo simultáneo de Teherán, Moscú y Pekín, multiplicará las emboscadas y tratará de matar la mayor cantidad posible de soldados ocupantes.

Será entonces el establishment estadounidense quien tendrá que sacar las conclusiones de lo que suceda en el campo de batalla. O estima que los resultados de Petraeus sobre el terreno son aceptables, y el tándem Bush-Cheney termina entonces su mandato sin problemas, o tendrá que castigar a la Casa Blanca para evitar el espectro de la derrota y se verá obligado a retomar entonces, de una u otra manera, las negociaciones que Fallon estuvo llevando a cabo.

Simultáneamente, Ehud Olmert interrumpirá las negociaciones iniciadas con el Hamas a través de Egipto y calentará la región hasta la visita de Bush, prevista para mayo. Y los hermanos Jana y Hani Hammoud (respectivamente coordinador de prensa de la Fuerza Multinacional en Irak y consejero de prensa de Saad Hariri), quienes garantizan el vínculo de los libaneses leales con el general Petraeus y el almirante Fitzgerald (OTAN), incrementarán la presión en el Líbano.

Esta fiebre regional debería redinamizar el dispositivo de Bush, tanto en lo tocante a las inversiones en el sector militaro-industrial del fondo Carlyle, al borde de la quiebra, como en lo que se refiere a la campaña electoral de John McCain.

Visto desde Washington ¿resulta realmente necesario seguir sacrificando las vidas de los soldados estadounidenses en una guerra que ya ha costado 3 billones de dólares y provocar el odio hacia Estados Unidos, incluso entre sus más fieles partidarios, cuando este conflicto sólo ha beneficiado a unas pocas sociedades pertenecientes al clan Bush y a sus amigos?

Thierry Meyssan
Periodista y escritor, presidente de la Red Voltaire con sede en París, Francia. Es el autor de La gran impostura y del Pentagate.
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[1] «The Man Between War and Peace» por Thomas P.M. Barnett, Esquire, marzo de 2008.

[2] «La Maison-Blanche sacrifiera-t-elle la Ve flotte pour justifier la destruction nucléaire de l’Iran?», por Michael Salla, Réseau Voltaire, 18 de noviembre de 2007.

[3] «Washington décrète un an de trêve globale», por Thierry Meyssan, y «Pourquoi McConnell a-t-il publié le rapport sur l’Iran?», Réseau Voltaire, 3 y 17 de diciembre de 2007

[4] «La ‘solution à deux États’ sera bien celle de l’apartheid », por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 13 de enero de 2008.

[5] «La discrète arrivée de l’OTAN au Liban», por Thierry Meyssan, Réseau Voltaire, 10 de marzo de 2008.

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La vigencia sangrienta del himno norteamericano


Jimi Hendrix The Star Spangled Banner Woodstock... por vb24> En woodstock 1969,Jimi Hendrix interpretó el himno estadounidense mezclándolo con simulaciones sonoras de bombardeos y ametrallamientos sobre los barrios de Vietnam, sirenas anti-aéreas y otros ruidos de batalla, solo utilizando su guitarra.
¡¡¡Aun su terrorifico sonido espanta al mundo!!!

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